sábado, 30 de junio de 2012

Cuando los cuervos vuelan (1984) - Hralfn Gunnlaugsson


Cine islandés, singular ejercicio cinematográfico, de una singular locación, en la que el relativamente consolidado y rodado director Hralfn Gunnlaugsson plasma una historia que se puede emparentar hasta cierto grado con el corazón y esencia de un western, pero con las propias y naturales adaptaciones a las tierras y cultura de Islandia. Retrata el filme la que se considera como la primera integrante de la llamada Trilogía de los Vikingos de Gunnlaugsson, que toma como fuentes principales para nutrir su universo al western y el cine de samuráis, narrando las vivencias de un personaje, que, siendo un pequeño niño, presencia el asesinato de su familia por parte de unos vikingos en Irlanda, uno de los cuales le perdona la vida en vez de eliminarlo. Pasan veinte años, el niño crece y es un hombre, buscará venganza de aquellos que lo dejaron huérfano y sin nada en el mundo. Sencillo argumento, emparentado, por el contenido y tratamiento, con las corrientes antes mencionadas, explorando mucho del camino y directrices que esos estilos definen, otorgándole el pintoresco matiz de la cultura nórdica y sus paganos valores, la brutal y bélica sociedad de los vikingos, sus batallas, sus indumentarias, etc. Interesante filme, de una tierra que no se ha caracterizado por ser fuente de muchos ejercicios fílmicos, pero que tiene en el presente ejercicio una muestra de un director contemporáneo que apunta algunas buenas maneras, autor de una filmografía que se va consolidando.

       


Prontamente se inicia la acción, en Irlanda, donde un grupo de vikingos elimina, en medio de un bosque, a una familia completa, a excepción del hijo pequeño. El infante, a punto de ser ultimado por uno de los bandidos, es perdonado y abandonado en el lugar. Veinte años después, en Islandia, en un puerto, navíos de origen noruego y otros focos vikingos se movilizan, los marineros que atienden ese tráfico de pronto presencian el arribo de un joven, el mismo que les pregunta por el paradero de un tal Thor. Los hombres de mar están escépticos ante la inquisitiva presencia del personaje, y razón no les falta, pues poco después, el joven Gest (Jakob Þór Einarsson), comienza su venganza, eliminando a muchos de ellos, frustrando otro agravio vikingo. El joven logra dar con la ubicación de Erik (Flosi Ólafsson), hermano de Thor, y le habla de cómo viene supuestamente enviado por su padre, que ha sido eliminado, con un encargo y además la prueba de un viejo medallón que portaba en vida. Luego de entregarle una bolsa con muchas monedas, se acerca al paradero de Thor. Encuentra Gest poco después al individuo que le perdonó la vida, usándolo de mensajero con los demás vikingos, para que los alerte de su presencia.





Las monedas entregadas por Gest generan desconfianza por su incierto origen, crece la preocupación y suspicacia entre los vikingos por el forastero. Ante esto, Erik solicita a su hermano Thor (Helgi Skúlason), que se unan para enfrentar al temible individuo, que ha ido eliminando a sus mejores guerreros, por lo que se opta por actuar cautelosamente. Se van preparando los hermanos para el combate, de pronto, Thor sorprende eliminando al propio Erik, el mismo que es inmediatamente enterrado. El asesino hermano tiene ciertas acusaciones entre su gente por no querer sacrificar su equino a los dioses, pues ya lo ha consagradlo a Zeus. En uno de sus avatares, conoce Gest a su ya adulta hermana (Edda Björgvinsdóttir), también sobreviviente de la carnicería dos décadas atrás, pero ésta ahora tiene un hijo con Thor. Gest es traicionado por su hermana, que lo entrega a su enemigo, lo atan y maltratan severamente, mientras la traidora, que lo presencia todo, lo ayuda luego a escapar. Thor pretende hacer un sacrificio a los dioses, y, asustando a su mujer con que eliminarán a su hijo, la hacen confesar dónde está Gest. Tras un encarnizado enfrentamiento, finalmente Gest liquida a Thor, deja a su hermana y a su hijo llorando, para marcharse, solitario.




Culmina el islandés Gunnlaugsson de esta forma su filme, en el que se retrata la venganza como principal motor de la acción, la motivación del protagonista, lo que lo mueve e impulsa, el meollo de la acción. Este argumento se muestra como un evidente remake, primero del clásico italiano de Leone, Por un puñado de dólares (1964), y, por extensión, un remake de  Yojimbo (1961), del maestro asiático Kurosawa. De esta forma, se cambia, primero la solemne llanura del territorio japonés, al salvaje Oeste yanqui, para desembocar finalmente en el territorio islandés, y los vaqueros, los cowboys, son reemplazados a su vez por los indómitos y belicosos vikingos, con sus imponentes cascos, coronando sus extravagantes atavíos, se manifiesta el sensible cambio de cultura, así como el religioso, con los paganos valores y costumbres, es ésta una de las principales variaciones y diferencias en esta singular y atractiva versionada de western. De profundas raíces de esa corriente, se respeta esa seriedad, esa solemnidad en el tratamiento y retrato de ese medio geográfico, Islandia, esa atmósfera se genera en parte por la banda sonora, por unos momentos bastante animada, que exhorta sobre los temas tratados, pero que, ciertamente, no puede dejar de sentirse, por otros momentos, fuera de lugar, desentonando un poco con la naturaleza de los hechos, aunque esto no sea algo recurrente. El trabajo del realizador para plasmar el escenario es de los puntos fuertes del filme, resaltando el cromatismo de la locación, correctamente plasmado, y así, se cambia del caluroso y árido desierto yanqui al poderoso y omnipresente verde de las llanura islandesa, al frío nórdico también, lo cual dota a la cinta de mayor lirismo, un elemento bucólico que da cierto halo poético al aspecto visual del filme. Buena puesta en escena, actuaciones decentes, sin más, es una atractiva variación de las clásicas cowboyadas, algo de los espagueti westerns también contiene, no es una maravilla, pero no deja de ser un atípico e interesante ejercicio realizado muchos años antes de otras re versionadas del western realizadas en distintas áreas.







Los cuatro del apocalipsis (1975) - Lucio Fulci


El italiano Lucio Fulci es quien dirige este filme, cinta más bien discreta, y que no se deja clasificar con facilidad, pues se advierte cierto intento de asemejarse a una variedad de western, pero nunca llega ciertamente a consolidarse como tal. El filme nos narra escuetamente la historia de un cuarteto de personajes, singular conjunto, integrado por un tahúr buscavidas, una prostituta del pueblo, un alcohólico y un recluso negro, cuatro individuos sin mucho en común, pero cuyos caminos coinciden en una prisión. Posteriormente, serán expulsados del miserable pueblo donde están, teniendo como objetivo alcanzar otro asentamiento cercano, pero en el camino se enfrentarán a un implacable bandido, un pistolero que tiranizará su trayecto, mientras va naciendo un romance entre la prostituta y el tahúr. El director italiano Fulci manifiesta muchas de sus falencias en esta cinta, que pareciera querer encuadrarse dentro del género de los recordados espagueti westerns, pero al trabajo final mucho le falta para considerársele dentro del género que brillantemente elevara el gran Sergio Leone, se queda corto en muchos aspectos. Cuenta con un reparto de actores de segundo orden, sin ningún tipo de relumbrón, con Fabio Testi que hace de lo que podría considerarse el héroe o protagonista principal, y la bella pero insípida Lynne Frederick como la prostituta enamorada, en sus roles estelares.

        


Stubby Preston (Testi) es un bandido en un pueblo del oeste yanqui, que acaba de ser atrapado, es enviado a prisión, donde sus compañeros de celda son la bella Emanuelle 'Bunny' O'Neill (Frederick), una atractiva mujerzuela, Clem (Michael J. Pollard), un borracho que yace inconsciente en el suelo, y Bud (Harry Baird), un recluso negro. Mientras el eventual grupo se entretiene con una carrera de escarabajos, se produce una gran balacera en el pueblo, intercambio de balazos del que resultan muchos muertos, y el sheriff del lugar, con el pueblo destruido y su gente masacrada, expulsa a los cuatro indeseables individuos de allí. Los cuatro, en carreta, y con un Clame semi inconsciente y balbuceante, se dirigen hacia otro pueblo. Stubby es quien dirige al grupo, y todos se enteran en el camino que Bunny está embarazada. Durante el trayecto, se topan con una caravana tan numerosa como fervorosamente cristiana, se juntan a ellos momentáneamente, se topan también con el temible pistolero Chaco (Tomas Milian), que inicialmente se les une, va tomando el control del grupo, atormentándolos y humillándolos severamente.




Únicamente Clem parece caerle bien a Chaco, que lo adopta como una suerte de perro, pero a quien sin reparos dispara en la pierna, hiriéndolo, y yéndose a continuación. Liberados todos, llevan a cuestas a Clem, van siguiendo el rastro del Chaco, lo cual no es difícil por la senda de destrucción que éste deja a su paso. Stubby va perdiendo la paciencia en la búsqueda, ante el inclemente clima del desierto, que los azota con un ardiente sol, y luego los castiga con copiosa lluvia. Clem termina feneciendo producto de su herida, mientras Stubby y Emanuelle van materializando una atracción mutua que siempre existió. La inanición va haciendo mella en todos, hasta que Bud aparece con unas improvisadas provisiones. Encuentran en su ruta al reverendo Sullivan (Tomas Milian), viejo amigo de Stubby, Emanuelle se hace pasar por esposa de Preston, nace un genuino querer, mientras se acerca la hora de dar a luz para ella. El reverendo y otro personaje local se deben encargar de asistir el parto, logran traer al mundo al vástago, respirando todos aliviados. Posteriormente, Stubby se marcha, la deja con su hijo, encuentra al Chaco, a quien da ajusticiamiento, lo liquida, y se retira cabalgando solitario.




Se trata de un filme singular, singular en el sentido de que se desarrolla en el Oeste yanqui, los personajes que en él van discurriendo se corresponden con muchas de las figuras clásicas del western, pero no por esos meros elementos, el filme se alinea dentro del western, ni, en su defecto, como pareciera acercarse tibiamente, un espagueti western. Se configura un filme de muy poco interés, de nula ligazón al Oeste, pues, como se dice, si bien cuenta con ciertos personajes arquetípicos de la mencionada corriente, se apoya en éstos de manera tan superficial como insuficiente y poco efectiva, pistoleros, indios, el escenario mismo, son todos elementos que se sienten sumamente de relleno, innecesarios. Algunos estériles asomos a lo sanguinario de los espagueti se aprecian, pero otra vez, tan someros como el filme mismo, un filme supuestamente del Oeste, pero que de ello, únicamente tiene el escenario, dotado de un interés que se va diluyendo. Así, resulta no sencillo clasificar el filme pues no se puede caer en el facilismo de etiquetarla como un ejemplar del género del gran Leone, no basta meramente con un tratamiento somero de un escenario y personajes accesorios. Se advierte, claro, un evidente intento de plasmar el western y su grandeza, pero se siente que se queda el filme en eso, en un intento estéril, con algunos momentos de interés, pero no mucho más, y donde la historia central parece ser finalmente el soso romance del tahúr y la prostituta. Se siente finalmente un entramado de situaciones sin un norte demasiado definido, sin una directriz, no llegando nunca a un clímax, donde la irrupción del Chaco devuelve cierto interés. Las actuaciones son tan olvidables como este discreto filme.



Maldita miseria (2009) - Lina Wertmüller


La correcta directora italiana Lina Wertmüller nos ofrece este filme, en el que se siguen identificando plenamente sus mayores y principales aristas, aunque cierto es que mucha de la fuerza de anteriores ejercicios se pierde en este filme más buen edulcorado, pero que mantiene el norte básico del cine de la Wertmüller. Nos relata la italiana la singular historia de un trío de amigos, jóvenes italianos, idealistas estudiantes que se fueron de vacaciones, desviando su ruta hasta la desolada área de Bangladesh, y es en la India donde aprenden sobre la técnica económica que hizo al ilustre Muhammad Yunus ganar el premio Nobel de Economía. Ahora, pretenden aplicar ese modelo, de prestamistas a los más pobres, en su tierra, Nápoles, pero esto les traerá más de un problema, con su familia, con la localidad, y con la mafia, la camorra, mientras lidian a su vez los jóvenes con un problema muy normal de su edad: el enamoramiento. Como nos tiene acostumbrados, nos pintará la italiana una fotografía de su nación, de sus principales características, falencias, sin embargo, no puede evitar sentirse este ejercicio ya como algo repetitivo de sus previos y más efectivos filmes, además de sentirse excesivamente edulcorado con la historia sentimental, que de alguna forma termina llevándose la mayor atención de un filme que no es lo mejor de la directora, y que obtiene aprobado por escaso margen.

 


En un aeropuerto, familiares esperan a tres jóvenes, ellos vuelven de viaje, un viaje que desvió su original itinerario para terminar yendo los amigos a Bangladesh. Ellos son la bella Marina (Gabriella Pession), Antonio (Sergio Assisi) y Chicchino (Tommaso Ramenghi), viajaron con motivos de realizar su tesis de doctorado, y en territorio hindú, aprendieron sobre Muhammad Yunus, y su modelo de economía, basado en brindar préstamos a los más pobres, para que éstos prosperen como empresarios y devuelvan el dinero con su trabajo; ahora quieren aplicar esa idea en su tierra, Nápoles. Chicchino conoce un día a un niño muy humilde, el mismo que los tres jóvenes adoptan y bautizan como Yunus. Los muchachos comienzan a intentar su empresa, explican el procedimiento a los más pobres, pero no logran calar en ellos, Yunus se desenvuelve como su asesor para que los demás confíen en ellos. Giuditta (Piera Degli Esposti), la abuela de Marina, repetidas veces intenta desanimar a la muchacha y sus camaradas de su propósito, pero ellos siguen conociendo prospectos, entre los que está un ocurrente cantante. Los tres socios intentan obtener apoyo de un personaje bancario, no consiguiéndolo, y la abuela tampoco permite a Marina vender sus poco valiosas joyas.



Antonio también intenta obtener apoyo financiero de su padre, obteniendo negativa, idéntico resultado que sacan cuando recurren a unos prestamistas. Antonio y Marina se besan, siempre se gustaron, pero temen lo que esto pueda despertar en Chicchino. Marina recibe la declaración del propio Chicchino, con él fluye también un efímero idilio, y poco después, finalmente la abuela de Marina les concede un préstamo. Mientras ambos jóvenes cortejan a Marina, sin saber lo que pasa del otro lado, los tres hacen su primer préstamo, a una comerciante local, la humilde tía Rosinella (Angela Pagano). Los tres piensan en su predicamento amoroso, el pequeño Yunus hasta les lleva unas prostitutas que quieren un préstamo. Finalmente los tres hablan de su situación, ella quiere a Antonio, y Chicchino, derrotado, afirma seguirá el negocio por su cuenta; la joven Linarella (Grazia Daddario) se le declara, despertando furia en Peppe (Ciro Esposito), que asegura ella es suya. El negocio comienza a andar, y cuando parece ir bien, unos mafiosos los amenazan, todo conduce al propio padre de Antonio, que es de la Camorra, mafioso usurero, el joven engañado quiere irse, pero Chicchino lo hace recapacitar, y se queda finalmente con Marina, y con su empresa.




Ciertos momentos de interés despierta el filme de la cineasta, cuya historia se centra en tres jóvenes idealistas, la juventud que cree que va salvar el mundo -esto más que nada representado en la bella Marina-, enfrentada a la experiencia de los adultos maduros, pesimistas, o realistas, que le dice que solo encontrará pérdidas en su descabellado intento, el clásico enfrentamiento generacional que tiene lugar en un barrio napolitano muy pobre. Y en medio de todos, emerge la figura más interesante, la figura del infante, el pequeño Yunus, que a su escasa edad, ajeno a los estudios universitarios de los jóvenes, tiene una educación que no se obtiene en las aulas, tiene la educación de la calle, y él manifiesta ser el más sensato de los cuatro protagonistas, ilustrando incluso a Chicchino que entre un hombre y una mujer no puede haber únicamente intereses amicales. El pequeño incluso les enseña a cómo encajar mejor entre los pobres, es la picardía y la criollada del que vive en la pobreza. Nuevamente, la Wertmüller nos presenta una historia delineada por sus ya conocidos trazos, un bosquejo de su natal Italia, la vital ciudad de Nápoles es el escenario, la miseria, austeridad, pobreza y la camorra, la delincuencia que envilece todo. Son estos temas calcados de exitosas obras como Camorra (1985), nuevamente esa tónica es manifestada, pero con mucha mayor inocuidad en esta oportunidad, con mucha menos mordacidad, un tono dulzón enmarcado en el idealismo ingenuo juvenil, y la historia amorosa ahoga el diluido tema central de la mafia usurera, y termina siendo por momentos la historia más interesante del filme, lo cual va en detrimento de la obra, que tiene otra directriz. Así, los jóvenes tendrán que pagar su derecho de piso, la juventud tendrá que estrellarse contra el muro de la realidad, de la praxis, el modelo que funcionó en la India ni de cerca funcionará en Italia, en Nápoles, son realidades diferentes, se enfrentarán a singulares prospectos de beneficiados, chocando los ilusos estudiantes no solo con sus familias y vecinos, sino con fuerzas a ellos mayores, que no pueden entender, y menos combatir. De las cintas más inocuas de la Wertmüller, a quien, eso sí, no se le puede reprochar que no siga con sus aristas ya cimentadas, aunque haya bajado el tono notablemente.


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