miércoles, 15 de agosto de 2012

El resplandor (1980) – Stanley Kubrick


Icónico filme de terror, filme referencial, cinta de culto, infaltable entre los tops de las películas de terror más famosas y memorables jamás rodadas, adaptación de una de las novelas de otro gran ícono del terror, el terror literario, el gran Stephen King. Ciertamente se trata de una notable y soberbia manifestación del séptimo arte, con la que iniciaba Kubrick la década de los 80, tras una década de los 70 en la que materializara, acorde a su estilo de trabajo, únicamente dos filmes. Retrata el yanqui realizador la inmortal historia de un sujeto, literato que se ve de pronto inmerso en demencial situación, tras ser aislado junto con su familia completamente en un alejado y enorme hotel, donde debe ser el vigilante mientras escribe. Pero el aislamiento lo abrumará y superará, hasta hacerlo perder la cordura, e intentar asesinar a su esposa e hijo, cuando la maligna presencia del hotel lo domine. Inolvidable y necesario filme, de inevitable impacto mediático, además de ser una de las cintas emblemáticas de un actor referencial de su generación, el prodigioso Jack Nicholson participa y materializa una de sus encarnaciones mas escalofriantes e inolvidables, es pues un filme imprescindible, un trabajo necesario de visionarse, dotado de una notable puesta en escena, con memorable trabajo de cámara, además de las imágenes, las impactantes y sangrientas imágenes que vuelven a la cinta un indeleble y referencial trabajo, uno de los filmes emblemáticos de uno de los directores norteamericanos más ilustres de las últimas décadas.

    



Tras un largo viaje por carretera, Jack Torrance (Nicholson), llega a un alejado pueblo yanqui, a un lujoso hotel, donde se entrevista con Stuart Ullman (Barry Nelson), que le ofrece un trabajo cuidando un muy aislado hotel, cuyo principal problema viene a ser el aislamiento. Jack, escritor, afirma que el aislamiento es lo que necesita para trabajar, acepta, pese a una bizarra historia que se le cuenta sobre el anterior cuidador, que mató  brutalmente a su esposa e hijas. Hasta el hotel se moviliza con su esposa, Wendy (Shelley Duvall), y su hijo Danny (Danny Lloyd), y este último tiene visiones donde se le presentan las liquidadas niñas, mientras padre y madre van familiarizándose con el lugar. Conocen allí a Dick Hallorann (Scatman Crothers), individuo que reconoce en Danny su capacidad psíquica, las visiones del niño, que tiene temor a determinada habitación del hotel, la 237. Pasa un mes, Danny pasea por el inmenso hotel en su triciclo, pasea con su madre por un descomunal laberinto de arbustos afuera del hotel, posteriormente, ve la habitación, la 237. Danny vuelve a ver a las niñas asesinadas, que hasta le hablan, se aterra el infante, se refugia con un amigo imaginario, y ve a su padre con alarmante y extraña actitud.





Ocurre luego una tormenta, severo fenómeno que arruina las líneas de comunicación, hay mucha nieve, Jack afirma tener una pesadilla, y hasta ha herido a Danny. Jack comienza a sumirse en demencia, va al vacío bar del hotel, donde ve aparecer un barman, Lloyd (Joe Turkel), y posteriormente tiene bizarro encuentro con una mujer que al parecer atacó a su hijo, mórbido capítulo que ocurre en la habitación 237. Por su parte, Dick es alertado psíquicamente por Danny, y va a ayudarlo. Vuelve Torrance a alucinar a Lloyd en un gran banquete, en el que también está Delbert Grady (Philip Stone), el anterior vigilante, sórdido asesino, le dice que Danny representa una amenaza para él, y lo exhorta a dar escarmiento a su familia, como lo hizo él con la suya. Luego Wendy va a su lugar de trabajo, encuentra neuróticos escritos donde interminablemente se repite una frase, al encontrarla Jack, intenta atacarla, ya demente, y ella lo desmaya de golpe en la cabeza. Wendy lo encierra en un almacén de comida, y se entera que Jack arruinó el tractor y todo medio de salir de ese lugar. Grady libera a Jack, que va ya decididamente a liquidar a su familia, en medio de severa ventisca. Armado con un hacha, persigue a su mujer e hijo, elimina a Dick, persigue a Danny por el laberinto, sitio en el que finalmente muere congelado, mientras niño y madre consiguen escapar.





El descomunal filme se siente sólido en muchas de sus facetas, desde su presentación audiovisual, potente y mórbida, hasta su puesta en escena, la que desde un inicio nos anuncia pues un trabajo memorable. Así, es abrumador el comienzo del filme, con esos descomunales travellings en los que nos deleita con las imponentes panorámicas, las majestuosas montañas y nevados, la interminable carretera con un vehículo que viaja cual insecto entre la grandiosidad de la naturaleza, coronada por un cielo como omnipresente vigilante, mientras una bizarra música nos ambienta el seductor espectáculo. Verdaderamente notables esos clásicos y magníficos travellings, monumentales imágenes que en repetidas ocasiones serán una suerte de parsimoniosa apertura a diversos segmentos, siempre con las majestuosas montañas, y el inconmensurable firmamento, despejado unas veces, nublado otras, representando los distintos tiempos que transcurren, y en los que las acciones tienen lugar. Esto ayuda en buena medida a otro gran mérito del filme, su estructuración narrativa. Los eventos suceden aisladamente, encasillados en determinado periodo de tiempo, en particulares y herméticos apartados, y es esta estructura narrativa y expositiva la que refuerza el aislamiento que justamente domina todo, ese hermético aislamiento y esa soledad a todo impermeable que terminan por desquiciar a Jack, esos segmentos serán pues, en muchas veces, aperturados por los travellings, los pausados y parsimoniosos viajes por los paisajes, una parsimonia que naturalmente se siente impregnada de ese halo de siniestra maldad, de creciente demencia. Lo mencionado anteriormente, la música, a cargo de las notables féminas Rachel Elkind y Wendy Carlos, también destaca con nitidez, cobra importancia vital, es una generadora única de la infectada atmósfera, que se funde perfectamente con la podredumbre y bizarría que gobiernan en el hotel, demenciales sonidos ajenos a lo humano, potencian y refuerzan la creciente y perenne locura.









Y Kubrick no espera mucho para ya introducirnos en el demencial y sórdido universo de El Resplandor, apenas tras haber llegado los infelices desgraciados al escenario de su futura perdición, prontamente se manifiesta la inmortal secuencia del mar de sangre que aparece y lo inunda todo, para luego aparecer las niñas, siniestras en su hierática presencia, el máximo terror, la máxima demencia pronto se materializan, todo es una alucinación, aunque ciertamente esas bizarras y sanguíneas alucinaciones poco a poco se van materializando e interactuando con una aberrante y sórdida realidad. En eso radica el abrumador poder del filme, en que está dotado e impregnado perennemente de un sobrecogedor terror sicológico, pues ciertamente durante toda la primera parte, y en buen porcentaje de la segunda, no sucede en efecto nada, es la tensión, es la maldad que van creciendo, al igual que la angustia, angustia y tensión que van apoderándose gradual y geométricamente del atormentado Jack, y claro, del espectador mismo, que ve cómo la maligna presencia que habita en el bizarro hotel, va tomando forma y materializándose en sobrenaturales tormentos y apariciones que terminan siendo mucho más que meras e irreales alucinaciones. Durante ella mayor parte del metraje, el terror es pues mayormente sugerido, poderosa y densamente sugerido e insinuado, solo al final comienza Torrance ya a actuar completamente poseído por la malignidad de ese inmenso recinto, la nueva carnicería tendrá lugar. En otro apartado, resalta la forma en que Kubrick juega con su trabajo de cámara para mostrarnos la tensión y locura que se van incrementando, particularmente notable la inolvidable secuencia de Jack atacando a su mujer, a Wendy en la escalera, en la que el furibundo y desquiciado atacante es captado por la cámara en picado, pero, opuesto a lo que esta técnica normalmente plasma, a la directriz que se busca con su utilización, la figura de Jack se ve enaltecida, engrandecida, maximizada, es su presencia la que se siente dominadora, poderosa, apabullante, y la de Wendy, captada en contrapicado, se ve empequeñecida y dominada, atormentada y sometida, frágil ante la imponente figura del descomunal Nicholson; es soberbio el trabajo de Kubrick para conseguir un efecto que es exactamente opuesto al que se busca con la técnica y recurso que utiliza, algo de notar y que mucho también tiene que ver con la espeluznante encarnación del sensacional y confeso fanático de los Lakers, el gran Jack.




















Complementando lo analizado sobre su trabajo de cámara, son de notar los encuadres de su narrativa, que deviene en su perspectiva del enfoque, que nos adentra exactamente detrás de la perspectiva del protagonista de turno, detrás de  Danny y su triciclo, la cámara recorre hábilmente lo mismo que el psíquico infante, evidentemente también el trabajo al final del anterior párrafo comentado, y la secuencia final, la final persecución a Danny, la desesperada huida de éste, con la cámara que ahora lo sigue en ese frenético recorrido por el interminable laberinto vegetal. Notable trabajo de cámara que nos tiene implicados en la acción, que prácticamente nos hace recorrer lo mismo que el protagonista, correcto el recurso del realizador norteamericano. Y claro, Nicholson, el prodigioso Jack Nicholson, más demencial que nunca, más exigido que nunca, y Jack, por supuesto, disfruta con semejante ejercicio de actuación, el maestro, en plenitud física, da una cátedra sobre bizarras y siniestras interpretaciones, sus gesticulaciones, su interminable repertorio de registros y modulaciones, su ceja, más arqueada que nunca, es uno de sus papeles emblema, es Jack Nicholson en una de sus máximas expresiones, sin caer en el odioso cliché, es en efecto algo más que necesario, es de obligado visionado. A parte del terror sanguíneo, sangriento y psicológico, ambos amalgamados, reposa todo en el maestro Nicholson, es el meollo, el severo orate que rebasa toda línea de cordura, pierde el juicio, el irrefrenable lunático es poseído por la maldad que mora en el hotel, va descomponiéndose gradualmente, se vuelve arrebatado y neurótico, obseso y desequilibrado, nos deja la inolvidable e icónica imagen de su desquiciado rostro que se asoma por entre la puerta partida por su furibunda hacha. Además, es correcto el trabajo de Shelley Duvall como la atormentada Wendy, correcta su encarnación y construcción de una fémina de aspecto común, nada extraordinario, frágil, que irá cediendo a la presión y quebrándose ante el gradual enloquecimiento de su esposo. E
ran los años en que Kubrick realizaba una obra magistral tras otra, habían pasado nueve años desde La Naranja Mecánica (1971) y cinco desde Barry Lyndon (1975), y el presente trabajo tiene inmortales e imperecederas imágenes, emblemáticas figuras que indeleble impronta dejan en el cine, el inmenso laberinto de arbustos, el pesadillesco río sanguíneo que inunda una habitación y nos toca, inunda también el campo visual de la cámara, las más sórdidas figuras, junto a las aberrantes imágenes de las niñas muertas, imágenes que generaron un corte en la edición británica, con más de veinte minutos de material mutilado, obviamente el más fuerte y, para los más sensibles, chocante. Es la edición yanqui, de muy escasa circulación, la íntegra. Descomunal filme de culto, de lo mejor de este ilustre cineasta yanqui, no en vano siempre presente en lo más alto de los listados de los más terroríficos filmes de la historia, es un memorable trabajo, inolvidable ejercicio que combina como muy pocos otros, suspenso y terror, es pues una obra maestra, obligada,
















1 comentario:

  1. Me gustó mucho tu post, es real que esta película es de las más fuertes y perturbadoras que haya visto, tiene escenas escalofriantes, yo la vi en las películas online de hbo y me parece que es estupenda, tiene encuadres y la estética visual, que son impresionantes; yo creo que es de lo mejor de Kubrick.

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