viernes, 20 de abril de 2012

El pueblo de los malditos (1960) - Wolf Rilla


La MGM produce esta indeleble cinta de ficción y terror, horror fantástico que nos trae el director Wolf Rilla, cuando una pequeña y alejada villa inglesa se vea inmersa en una impensada y pesadillesca situación. En la mencionada locación, misteriosamente, todos han perdido el conocimiento, el pueblo entero es aislado de todo contacto con el mundo exterior. Cuando al fin se recupera la gente, todo vuelve a la normalidad, pero solo en apariencia, pues las féminas lugareñas quedarán encinta, para dar a luz nueve meses después a singulares infantes, que tienen similares características físicas, además de un poder mental que los hace invencibles, y cuya naturaleza maligna los hará atentar contra sus progenitores, y la raza humana. Un pequeño clásico dentro de su género, que ha generado posteriores remakes y homenajes televisivos, que los instruidos sabrán advertir. Recluta el director para interpretar su ficcional cinta a George Sanders en el papel principal, el padre del niño líder del movimiento, cuya presencia dota de realce a la cinta, eleva sus bonos, evidentemente intención del realizador, cosa que logra. Además está Barbara Shelley como su esposa, y madre de Martin Stephens, el niño que encabeza a los fríos y calculadores infantes homicidas. Sin ser una maravilla, para los admiradores del género puede ser un disfrute, pues se trata de una rescatable cinta de terror y ficción.

       


En la villa inglesa de Midwich, un hombre, Gordon Zellaby (Sanders), está haciendo una llamada telefónica, y de pronto se desvanece, sucediéndole lo mismo a todos los lugareños. El evento no pasa desapercibido, y Alan Bernard (Michael Gwynn), personaje ligado al gobierno, se aproxima a las cercanías, con un policía, pero cuando el oficial se acerca al perímetro, se desvanece también. El asunto se complica, boinas verdes y helicópteros son enviados, un aviador fenece estrellándose al acercarse demasiado. Pero de pronto, animales y personas recobran el sentido, despiertan todos, Gordon y su mujer, Anthea, con su amigo Alan, están consternados e intrigados, como todos los lugareños. Todo está aparentemente bien, y de pronto, Anthea está embarazada, han pasado ya dos meses, y no es la única mujer en ese estado, generándose consternación, y esto se agrava cuando el feto experimenta un crecimiento y desarrollo extraordinarios. Nace al fin el hijo, David, el mismo día en que las demás embarazadas alumbran también, los niños tienen similitudes en ojos, uñas, etc, crecen a ritmo acelerado, y poseen mucha inteligencia. Al crecer, andan siempre juntos, vestidos de la misma forma, son autosuficientes e independientes, el pueblo les tiene temor.


 

Los agentes del gobierno, que han seguido el caso de cerca, no están optimistas, desean desaparecerlos, y Gordon debe interceder para evitarlo, los convence de potenciar su desarrollo, y estudiarlos, e inicia una educación él mismo a todos los niños. Pero los infantes, encabezados por David, matan a dos pueblerinos que de alguna u otra forma los amenazaban, los hacen suicidarse, y es que pueden leer la mente humana, y apoderarse de la voluntad y los actos de las personas. Las autoridades se indignan, Alan va con Gordon y Anthea, ha visto situaciones símiles en otras partes del mundo, el gobierno no lo pospone más, va a eliminarlos. El pueblo va a ajusticiar a los niños, solo para ver a su dirigente prenderse fuego a si mismo, y cuando Alan va a confrontar a David, se le produce un fuerte derrame cerebral, pero es una mera advertencia. David se entrevista con su padre, le encarga que los saque de ahí, pues saben que se desea eliminarlos, deben esparcirse por el mundo. Gordon accede, pero astutamente, fragua un plan, pone un potente explosivo en su maletín, y el día pactado a evacuarlos, se presenta, bloquea su mente pensando en un muro de ladrillos, evita que los infantes se enteren, y el explosivo detona, eliminándolos final y definitivamente.




Efectivo ejercicio del director Rilla, una ficción en la que nos introduce rápidamente, cuando nos presenta a los habitantes del pueblo desvaneciéndose todos a una vez, es la primera imagen que vemos, antes incluso que los créditos, el suspenso e intrigas están servidos. Sigue la demencial y antinatural situación, una interrogante a la que no hay respuesta, no hay explicación a lo sucedido, solo se sabe que fue algo sobrehumano. Nacen los vástagos de lo desconocido, y desde que empiezan su vida se detecta su malignidad, cuando un can se desespera y enfurece con un recién llegado al mundo, además de los rasgos de los ojos, cabello y uñas etc, que denotan que se trata de una raza distinta a la humana. Se configura así el clásico, ha nacido la prole maldita, con el memorable e imitado aspecto de los rostros de unos aparentemente inocuos niños, con los ojos que se les alumbran de luminoso blanco total, mientras controlan las mentes de los adultos como títeres, además de leer los pensamientos. Su enorme poder mental los vuelve invulnerables e invencibles, sobre todo si sumamos que son inmisericordes, sin emociones, fríos y calculadores asesinos, una raza superior, transmiten su conocimientos psíquicamente, lo que uno sabe, todos lo saben, así se enteran de lo sucedido a anteriores camadas de su misma naturaleza, y pretenden asegurar su supervivencia y esparcimiento, impensadas intenciones en un manojo de rubios niños, de apariencia inofensiva. Clásico inspirador de un decente remake con Christopher Reeve en 1995, un remake en todo el sentido de la palabra, un remake como los que se deben hacer, repitiendo las acciones, objetivos, y hasta la forma de muerte de los niños, el bloqueo mental con la figura del muro de ladrillo, la única forma de engañar a quienes no se puede engañar. Con la mencionada distinguida presencia de George Sanders, se configura un pequeño clásico del género, del que se apreciarían además algunos homenajes en series televisivas.








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