sábado, 28 de abril de 2012

Atraco a las tres (1962) - José María Forqué


En los años del difícil y prolongado régimen del franquismo, José María Forqué sería uno de los directores que con mayor maestría y certera mordacidad plasmarían el sentir de los españoles de entonces, materializando Atraco a las tres, una de las más memorables y ácidas comedias de entonces, un excelente ejercicio cinematográfico ibérico. Una historia por entonces soñada, la del trabajador, esclavizado por el sistema, que ve una oportunidad de vengarse de sus empleadores, y sacar provecho económico, cuando un modesto empleado de un banco planee y fragüe con detenimiento robar su centro laboral al cambiar de gerencia, e irá convenciendo a todos los miembros integrantes de su oficina de sumarse a su causa. El plan, si bien correctamente urdido, nunca se materializará, cuando unos auténticos asaltantes lleguen, armándose una situación de inverosímil humor. Cinta que plasma muchas de las preocupaciones y ansiedades de entonces, hábilmente disfrazadas y disimuladas en la clave cómica presentada, aparentemente benigna, pero delirante y decidida en su cometido. Como en toda cinta de estas características que se precie, los actores le dan decisivo realce, sencillas y cercanas interpretaciones, que dan veracidad, empezando por un buen José Luis López Vázquez en el papel principal, actor con letras mayúsculas dentro del cine español, encarnando al empleado instigador; estará acompañado por Gracita Morales, Manuel Díaz González, entre otros, en un excelente ejemplo del tipo de cine que los realizadores españoles se vieron en la necesidad de realizar, y lo hicieron con gran clase.

        


Comienza la acción con un personaje que se acicala y arregla, y a continuación libra singular batalla por subirse a un bus, que lo transportará a su centro laboral. Este personaje es Fernando Galindo (López Vázquez), trabajador de un banco en el que las horas extras no son reconocidas por Don Prudencio (Manuel Díaz González), que explota terriblemente a los empleados, y donde el director general, al llegar y sacar cuentas del mes, defenestra al director de oficina, Don Felipe (José Orjas), le informa que, tras cuarenta años de servicio, será dado de baja por el banco, Don Prudencio lo reemplazará. Don Felipe era muy querido por los empleados, que lo consideraban un padre, pero Galindo se muestra feliz, pues con Prudencio como próximo nuevo jefe, finalmente puede poner en marcha su plan de asaltar el banco. La noticia parece una locura, pero poco a poco va calando en los empleados, principalmente Martínez (Casto Sendra 'Cassen'), Enriqueta (Gracita Morales), entre otros, que cuando se deciden y asisten a una reunión, piensan serán los primeros en animarse, pero son los últimos del grupo. Galindo afirma que la operación ha sido por él sumamente planeada, afirma que el golpe deberá perpetrarse cuando Don Prudencio asuma ya el poder, y las acciones y el plan, así como el plano del edificio, son estudiados. Entonces, Katia Durán (Katia Loritz), una atractiva vedette, va a dejar un depósito al banco, y cautiva a Galindo.




Van ultimando y puliendo detalles, siempre con Galindo tomando la batuta, que designa incluso a los atracadores, todo va quedando listo, aunque deban ir venciendo sus inepcias e inexperiencia en el rubro, neófitos y nerviosos. Por su lado, Katia vuelve al banco, y sigue cautivando y embobando a Galindo, al punto de citarlo en su camerino para hablar sobre detalles de su transacción bancaria. Ya juntos, Galindo se derrite por la vedette, se enfrenta incluso con un abusivo amante de ella, van por un trago, llegándole a referir a la mujer, como confidencia, sus planes sobre el banco, plan que involucra mucho dinero. El momento se acerca, Don Felipe deja la oficina, y Don Prudencio gobierna ya la sucursal, todos lo obedecen, y al acercarse la hora, repentinamente todos los clientes quieren cobrar sus cheques, todos quieren retirar efectivo, sin embargo Galindo se las ingenia para que el dinero del banco, su futuro dinero, se quede ahí. Pero inesperadamente, cuando al fin llega el momento, Galindo y Enriqueta reciben confiados a quienes presumen son sus compañeros, pero son genuinos atracadores, que tienen un enfrentamiento con los falsos ladrones, risible situación en la que se acaba frustrando el robo. Finalmente, los empleados del banco reciben un reconocimiento por su desempeño, y una bonificación adicional por ello, nada más.




En los años en que el régimen del tirano Franco tenía mucha fuerza en tierras españolas, con todas las trabas y férreas limitaciones y censuras que supo imponer, limitando y mutilando como pocas veces se puede al arte, José María Forqué nos da una magistral muestra de que, mientras más difícil es el obstáculo, más genial resulta, en las manos correctas, el modo de sortearlo. Cualquier cinta que insinúe siquiera señales que aticen y acusen al régimen absolutista imperante, era inmediatamente censurada y prohibida, Forqué entonces adapta la obra de Vicente Coello, vinculado también a la elaboración del guión, parta materializar esta ácida y delirante comedia negra. Es así que el realizador configura su sórdida obra de humor, de una situación bizarra, se encarga de extraer negra y excelente comedia, de colmarla de gracia, de desvaríos, de inepcias, de situaciones risibles, de mucha sencillez y realismo, siempre todo enmarcado y envuelto en su exquisita clave cómica. Es así que desliza su ácida crítica, a través de ese bien disimulado humor, pues es la forma más efectiva y elegante de deslizar crítica política, desde antaño, con el fino humor y la sátira bien disimulada, que, paradójicamente, deja en evidencia sus intenciones, atacando al sistema que consume, que desgasta, que va carcomiendo las vidas de los esclavizados trabajadores, trabajadores de un banco que ven diariamente copiosas cantidades de dinero fluir por sus manos, sin que puedan jamás disfrutar de todo ese efectivo. Es una situación desesperante, de la que no hay salida, y nuevamente, como sucede con otros maestros de la talla de Berlanga, el protagonista de todo es el individuo que está siendo alarmantemente succionado y devorado por la enorme aspiradora que es la sociedad, el sistema imperante, un sistema que termina por triunfar, como evidencia ese desesperanzador final, siempre disimulado con edulcorado desenlace, muy a gusto del paladar de la época.




Una exquisita comedia desde su inicio, con el recurso del fast motion, una comediesca presentación, donde se ridiculiza la rutina del protagonista, del personaje con el que el espectador se debe identificar, así como secuencias con lúdicas marchas, silbatinas, siempre con tono cómico. Primeramente se nos introduce en el mundo de las víctimas, los esclavos de la sociedad, atrapados en el sistema, explotados, maniatados por esa sociedad y por un tiránico jefe. Crea el director, siempre obedeciendo el texto literario, patéticas figuras, individuos promedio, clase media baja, atrapados en su obligación de trabajar para subsistir, por un sueldo que apenas cubre sus mínimas necesidades, como en la vida real, pero que tienen una particularidad con la que mandan a fantasear la mente del espectador: ellos harán algo al respecto sobre su situación. Materializa Forqué, para el delirio de su cinta, situaciones divertidas, hilarantes, como ver a un babeante Galindo abriendo puertas y camino para que pase lo más cercano a una diosa, la vedette, notable y hermosa, seductor elemento que terminará por significar la ruina del tan trabajado proyecto. Asimismo, un infeliz, uno de los trabajadores-atracadores, lleva pistolas de juguete a casa para practicar su acto, pero lo hace justo el día del cumpleaños de su hijo, que juega con los “útiles de trabajo” de papá. Son situaciones, pues, sutiles, pero de humor genial. Asimismo, se remarca y pone en relieve la figura despótica y tiránica del jefe, la cara visible de la sociedad, alimentando, acrecentando el desencanto y frustración de sus empleados, y a quien se dará ajusticiamiento. Como se señaló, las actuaciones son uno de los puntos fuertes del filme, José Luis López Vázquez está impecable en su interpretación del frustrado y conservador trabajador de banco, sencillo, humano, patético, encarna la imagen final, fracasado su intento, afirmando que tiene un nuevo plan de acción, pero ya pifiado por todos. Gracita Morales también agrada, con su encarnación de la impertinente Enriqueta, dueña de una voz inconfundible, chillona, ocurrente, su aporte a la comicidad del filme es también valioso. Se configura así una excelente y memorable comedia, en la que finalmente no consiguen las víctimas escapar del claustro, no se resuelve nada, no hay solución, siguen atrapados en esa realidad. Es un final desesperanzador, pero suavizado y endulzado, ese es el mensaje, finalmente no hay escape de ese monstruo que controla todo, del sistema, es el colofón del filme, el final recado que nos deja, se disimula sordidez, pero todo el contenido, vertido ha sido ya. Soberbio ejercicio, estupenda muestra de cómo los cineastas tuvieron que acomodar su arte a las exigencias políticas de le época. Muy recomendable cinta.




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