domingo, 25 de marzo de 2012

Sostiene Pereira (1995) - Roberto Faenza

Muy interesante cinta la que nos presenta el director italiano Roberto Faenza, enmarcándose dentro de las cintas que denuncian los abusos de los regímenes totalitarios en Europa, causantes de muchos crímenes, injusticias, y que la mayoría de las veces se queda en el ámbito clandestino. Nos ubica el director en tierras portuguesas, en Lisboa, durante los años en que imperaba en España el franquismo, y en ese marco nos narra la historia de un singular periodista, Pereira, un escritor de artículos comunes de acontecimientos ordinarios para un periódico local, obsesionado con el tema de la muerte, al que de pronto se le asigna la responsabilidad de escribir la columna cultural del medio de comunicación, una responsabilidad para la que se aliará con un joven graduado de filosofía, cuyo amor y convicción por la vida, y su pasión juvenil, además de su revolucionaria esposa, le traerán más de un problema al periodista, produciéndose choques con las autoridades a cargo de mantener el régimen. Para interpretar a Pereira, el director tiene el acierto y a la vez el privilegio de dirigir a un actor con letras mayúsculas, el genial Marcello Mastroianni, entrado ya en años, que caracteriza a este peculiar individuo, y además participa también el muy correcto actor francés Daniel Auteuil, como un doctor que se vuelve médico y amigo de Pereira. Buena historia, buena dirección, y sobre todo, buenos actores, para configurar una agradable cinta, una decente muestra de cine europeo finisecular.

         


Al periodista Pereira, personaje que piensa mucho en la muerte, y de lo inevitable que es, usualmente encargado de escribir artículos cotidianos, el director del periódico donde trabaja le asigna que se haga cargo ahora de la sección cultural. Busca un colaborador para esto, llegando donde un joven estudiante, recién graduado de filosofía, Monteiro Rossi (Stefano Dionisi), al que contrata, y conoce también a su mujer, Marta (Nicoletta Braschi), impulsiva e intensa dama, que está en contra del totalitarismo imperante en Lisboa, de la violencia y muerte, y los tres celebran la nuevo alianza laboral. Pero al comenzar a escribir los artículos, el joven demuestra más ímpetu que cabeza, deja entrever marcada subversión en sus escritos, y en más de una ocasión se le pide rehacer el artículo, y en sendas oportunidades incluso pide anticipos. Por su parte, a Pereira le nace cierta inquietud por denunciar la violencia diaria en su columna. Poco después, Montero Rossi lleva desesperado a un primo suyo a la casa de Pereira, el primo viene de pelear contra republicanos, y necesita un lugar donde esconderse, a lo que Pereira accede, mientras rechaza a una Marta que intenta volverlo a su causa, fogosa revolucionaria. Debido a su sobrepeso, y a cierto deterioro de salud, Pereira se trata con un prestigiado doctor, el Doctor Cardoso (Auteuil), a quien narra sus últimas experiencias y problemas, incluso intimidades.



Cardoso admira a Pereira, tienen gustos literarios e intelectuales comunes, se hacen buenos amigos, hablan de filosofía, de la juventud y la revolución, y Pereira se somete a terapias de agua y algas, cambia de dieta, y logra adelgazar. En las calles, las acciones represivas continúan, recibe noticias de Monteiro Rossi, mientras Marta ha transformado su apariencia para pasar desapercibida, pero mantiene la fuerza de sus pensamientos. Al confesarse, el religioso Pereira encuentra que incluso el sacerdote está en contra de cómo el Vaticano manifestó apoyo al franquismo, y el periodista continúa viéndose con su buen amigo Cardoso; continúan sus tertulias, pero éste debe partir a Francia, las cosas en las calles solo empeoran, e incluso el director del periódico llama la atención a Pereira por el notorio tono subversivo de algún artículo publicado. De pronto, Monteiro Rossi regresa, en el frente, su primo fue capturado, él escapó milagrosamente, Pereira lo esconde, y nota que su filiación política tiene mucha influencia de Marta. Entonces allanan su vivienda las corruptas autoridades, policías matones que registran la casa, golpean a Pereira, y golpean a Monteiro hasta matarlo. Conmovido, Pereira hace un inteligente truco, y consigue que la noticia sea editorial en el periódico, todo el país lo leerá, y él camina tranquilo, sabiendo que colaboró a algo importante -o al menos eos piensa-, pues el pueblo tiene que saber.



Agradable cinta que desfila dentro de las películas que denuncian los regímenes totalitaristas, y es así que se nos representa la historia de los días en el que el virus del franquismo y el fascismo azotaba España e Italia, con directa influencia en Portugal. Lisboa, específicamente 1938, violencia, muertes a menudo por el mero hecho de protestar son cosa rutinaria, la libertad de expresión es temeraria, son los días de terror por las masacres franquistas, todos envueltos en silencioso temor. La situación no deja indiferente a nadie, y la cinta retrata incluso la reprobación del clero en sus estratos bajos, un sacerdote sabe del apoyo público del Vaticano al franquismo, reprueba el religioso a su propia autoridad, sabe que está mal apoyar a los asesinos totalitaristas, al tiempo que Mussolini los apoya también con armas. Se cita a ilustres artistas conocidos por su filiación revolucionaria y libertaria, el gran García Lorca, Paul Claudel, Malachowski, grandes personalidades afines a la causa, en los años de los virus de los respectivos regímenes en cada país, condenando y atizando la represión y brutales crímenes, que quedan impunes. Es notable y agradable ver actuar a un ya maduro Mastroianni, con un sobrepeso artificial, siempre elegante, en un papel de hombre conservador, ávido lector, obseso con el tema de la muerte, uno de sus temas favoritos, al que le dedica buena parte de sus palabras, y es que parece disfrutar hablar de aquello. Tiene su lado religioso, confesándose, hablando con su difunta esposa, consultándole y narrándole los diarios eventos, su vida sufre un considerable giro cuando conozca a la joven pareja, su colaborador con su mujer, cuyas subversivas actividades lo acercarán al peligro represivo. Es bueno además ver a Mastroianni compartiendo escenas con Auteuil, un actor bastante decente, serio, buen representante del cine francés contemporáneo. La cinta es un buen ejercicio de cine liberal, agradable canto contra la represión, materializado en la subversión que llega a la existencia de un inocuo y viejo periodista.



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