lunes, 19 de marzo de 2012

Il Divo (2008) – Paolo Sorrentino

El italiano Paolo Sorrentino, que goza de cierto renombre en los últimos años, materializó en el 2008 esta cinta relativamente polémica, en la que retrata la historia de un personaje verídico, el político italiano Giulio Andreotti, elegido siete veces Primer Ministro de ese país desde la restauración de la democracia en 1946, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial. La cinta es un repaso por toda la trayectoria del singular protagonista, en los últimos días de su final mandato, la forma en que planea sus argucias, las reuniones con los peces gordos de su entorno, las mentiras, los asesinatos, todo el entramado y complejo mecanismo con el que el mandatario se aseguró salir libre de todas las acusaciones y vinculaciones con la mafia de las que se le acusaban, relaciones obviamente existentes y que garantizaron la supervivencia suya en el poder hasta en seis oportunidades, las seis reelecciones que tuvo. Sorrentino ilustra la historia con cercanía y veracidad, con nombres, cargos, instituciones, es decir todo detallado, con pelos y señales, y nombres de peso serán citados como el propio Silvio Berlusconi, hasta no hace mucho Primer Ministro italiano. El encargado de encarnar al mítico ex mandatario, al conocido como Il Divo, es el actor y director, Toni Servillo, que con su aspecto de hombre introvertido y retraído, imprime la mesura exacta, entremezclado con el grado de maquiavelismo y grandeza que su papel requería. Correcta cinta de un director que se ha forjado relativo prestigio en el panorama cinematográfico italiano contemporáneo.

    


Iníciase la cinta con unos textos, que informan de un glosario italiano, los diferentes grupos políticos y sus filiaciones a lo largo de las décadas recientes. Aparece entonces Giulio Andreotti, que afirma que nunca muere, que antes que él, fenecen los doctores que predicen su muerte. A continuación, lo vemos en la iglesia, rezando, llegando incluso antes que el propio sacerdote, a quien dice que está ahí desde las 4:30 am. Poco después, llegan a su casa, en la que reside con su mujer Livia Danese (Anna Bonaiuto), una gran variedad de personajes, periodistas, reporteros, políticos, es Andreotti una suerte de celebridad, siempre acompañado de un séquito, se encuentra en su séptimo periodo de gobierno, un personaje que domina toda las situaciones. Se entretiene con reuniones y celebraciones en su hogar, o saliendo con sus camaradas a la ópera, y se da el lujo incluso de impartir algunos consejos, es ciertamente, una especie de padrino, un capo, pues recibe muchas visitas de ese tipo, habiendo siempre, claro, dinero de por medio. Los más fuertes de su entorno le hablan de la posibilidad de que salga electo presidente, le prometen su apoyo para eso. Inician los movimientos para alcanzar su objetivo, y esto no deja de realizarse sin que se involucren algunos premeditados y necesarios asesinatos. Es una intención que finalmente queda en eso, pues pierde aplastantemente esos comicios electores.



Sin embargo, de pronto las autoridades comienzan a sospechar de tan convenientes asesinatos, siempre vinculados a la figura de Il Divo, y éste, con toda su experiencia y conocimiento, va meciendo a los inquisidores que le interrogan por lo sucedido. Muchos poderosos banqueros van siendo involucrados en sus planes, y muchos de ellos son eliminados, los rumores de una evidente vinculación con la cosa nostra se van incrementando, los mafiosos más representativos van siendo interrogados también, pero logran zafar de la situación. Entonces Andreotti es ya directamente sindicado como responsable de muchas muertes y actividades ilícitas, se le abre un proceso oficial, él lo sabe e informa a su esposa, su mujer Livia, que afirma se defenderán de todo y de todos. En esta situación, se aleja un poco de manejar de forma directa las actividades de su campaña, su salud comienza a decaer un poco, y él cuida bajo siete llaves su gran salón de archivos personales. Se inicia el gran juicio, con Il Divo negando conocer a todo personaje por el que le preguntan, lobunamente contesta con “no recuerdo” a las preguntas más inquisitivas. Algunos de los peces gordos del entorno son capturados, bajo máxima seguridad, otros, lo acusan cara a cara en el juicio, otros simplemente fenecen. Se acerca el momento cumbre, se defiende con todo, siempre con una legión de fotógrafos documentándolo todo. Acusado de asesinatos, fraudes, extorsiones y demás, permanece defendiéndose frío, hasta el final, en el que unos textos nos informan que Andreotti fue declarado inocente de vínculos a la mafia por falta de evidencias.



La cinta desde el comienzo retrata a un ser fuera de lo común, a alguien que se magnifica, con cierta figura de “inmortal”, pues los científicos que vaticinan su muerte, ven terminadas sus existencias propias antes que la del Divo, que es presentado casi como sobrehumano. El inicio de la cinta es frenético, numerosas muertes, muchos periodistas, muchos militares, es un desfile desenfrenado de diversos personajes, y una voz en off que no nos abandonará durante toda la cinta nos habla con mayor detalle de las actividades del inacabable político, que es retratado ciertamente de singular manera. Es la representación viviente de que más sabe el diablo por viejo que por diablo, que suelta frases lapidarias, tajantes, definitivas, un personaje que no descansa, madrugando cual gallo desde el alba, para hacer negocios, para dirigir operaciones, y claro, también para rezar, se confiesa, es un religioso feligrés. Y la representación de Toni Servillo es para remarcar, con seriedad, mesura, parsimonia, una apariencia inofensiva, con el aspecto casi de un inocuo cachorro que le dan esas singulares orejas suyas, pero detrás de cuya dócil apariencia, se esconde un genio maquiavélico, capaz de todo para mantener su poder, que con solo dar la señal con un dedo, puede hacer caer y tambalearse al más poderoso personaje, cualquiera sea su índole.



Sin embargo, el retrato que hace Sorrentino de Il Divo, es un retrato humanizado, una figura humanizada, que habla de sus gustos, como el helado, o de cómo sufre de molestas migrañas, hasta de su obsesión con Mary Gassman, hermana del mítico actor italiano Vittorio Gassman, y también de la forma en que lleva su vida marital, siempre a salvo al margen de toda la marea de política y mafia de su faceta de político. Sorrentino para su relato realiza un dinámico e inteligente trabajo de cámara, combinando con destreza primeros planos, planos generales, planos medios, diversos encuadres, algún que otro travelling, muchas veces todos amalgamados en la misma secuencia, pero dotados de un tiempo que no quita coherencia, no se pierde la ilación de su narrativa visual, que se ve enriquecida con los nombres y especificaciones de cada personaje, textos dinámicos en rojo, casi interactivos, y además realiza también rápidos y precisos seguimientos a la acción, es pues un trabajo de cámara interesante. Así retrata Sorrentino el mundo de Il Divo, el mundo de la mafia, directamente y sin miedos, detallando nombres y hasta apodos, con todo el lujo que rodea ese universo, en el que el mítico Giulio Andreotti se movía como pez en el agua, acusado de todo, pero siempre saliendo inocente, hasta el final. Correcto ejercicio de Sorrentino, que, empero, está aún a años luz de sus coterráneos, los más grandes maestros italianos; sin embargo, como se menciona, esto no quita que se haya granjeado ya cierto renombre, y alguna legión de admiradores también.

                                                                       

 

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