lunes, 12 de marzo de 2012

Atlantic City (1980) – Louis Malle

El correcto realizador francés Louis Malle, dentro de su variopinta filmografía, nos presenta esta curiosa y atractiva película, singular, llamativa, un poco provocadora, y que, definitivamente, sin ser una obra maestra, ni mucho menos, escapa al promedio de película de aquellos años. Cuenta la peculiar historia de un sujeto extravagante, un viejo apostador, añoso individuo cuyo único sustento, cuya fuente de ingresos para subsistir, y para sus apuestas, es su amante, pues es una suerte de gigoló, que conocerá, en el edificio donde vive, a una atractiva mujer, pero que tiene peligrosas relaciones, como su marido, un narcotraficante, vendedor de cocaína. Conocer a ambas personas modificará su rutina, enamorándose de la primera, e ingresando, a través del segundo, al mundo de las drogas y claro, de los yonquis. Es notable la forma en que están delineados los personajes, cada uno de ellos interesante, cada uno de ellos con algo atípico, algo llamativo, es éste uno de los puntos que vuelve atractiva a la película, que la vuelven digna de interés. Y  para encarnar a estos atípicos personajes, recluta Malle a buenos actores yanquis, una vieja gloria, el algo devaluado por los años, pero siempre distinguido Burt Lancaster como el viejo apostador, Susan Sarandon como la mujer vecina que le hace perder la cabeza, y Kate Reid como su insoportable amante, gritona e insufrible. Con estos lineamientos y esta plana actoral, Malle nos adentra en la historia de Atlantic City y sus casinos, lugar donde ocurre la acción.

       


En la secuencia inicial, un ávido personaje (Lancaster), observa desde su ventana, a su vecina, (Sarandon), mientras ésta se asea, se frota el torso desnudo con agua, y limón. Después, unos hippies avanzan en la ciudad, errantes sujetos que piden aventón en la autopista. Mientras el inicial personaje plancha una camisa para salir, los hippies llegan a un restaurante, buscan a una mujer, Sally (Sarandon), que a regañadientes los alojará. Se trata de Chrissie (Hollis McLaren), su hermana, emparejada y embarazada de Dave (Robert Joy), esposo de Sally, y ella aún tiene frescos algunos sentimientos por él. El personaje inicial, que se llama Lou, convive y lidia con una escandalosa mujer, Grace (Kate Reid), gritona, mandona, irrespetuosa, y lisiada, no puede caminar con facilidad; ambos son adultos maduros. Chrissie es una hippie que cree todo lo que diga Dave, y Sally le permite quedarse, mientras va a sus clases de dealer, sueña con trabajar en un gran casino de la ciudad. Entonces, el bueno para nada Dave consigue droga, cocaína de altísima calidad, pero no puede moverla él mismo por falta de conexiones, y su mala facha, por lo que se contacta con su temporal vecino, Lou, quien le alquilará su casa para hacer las transacciones, y donde adultera la cocaína con laxante para bebé. Es así que Lou y Dave se conocen, al viejo le atrae la emoción y estilo de vida de Dave, mientras Sally es medio cortejada por su profesor. Entonces Dave hace un ajuste de planes, y será Lou el que entregue la droga a su cliente, por su buena presencia.



Mientras éste lo hace, una antigua víctima, un hampón estafado en el pasado, ataca, él y otro hombre persiguen y terminan liquidando a Dave de una puñalada, y cuando Lou sale victorioso tras superar los nervios de su misión, va a buscar a Dave, encontrando solamente su cadáver siendo subido a una ambulancia. Sally también se entera, va a reconocer el cadáver de su esposo, se conoce con Lou, su vecino, y se informa a la familia del fenecido. Momentos después, nuevamente Lou observa en silencio a Sally aseándose, frotándose los senos con agua y limón. Sally continúa trabajando como mesera en un restaurante de comida marina, mientras Lou sigue vendiendo la gran cantidad de cocaína que Dave dejó en su departamento, y con el mucho dinero que obtiene de eso, ayuda a Sally devolviendo el cadáver de Dave a su natal Canadá, y la invita a cenar. Ella permite su acercamiento, y, tras confesarle él su secreta y silenciosa admiración, consuman su mutua atracción. Entonces, la pareja es atacada por los asesinos de Dave, Sally es golpeada, y Lou no hace nada por defenderla. Humillado, coge toda la cocaína restante y se va, y Sally descubre, por Grace, las actividades de Lou, sabe que tiene el dinero que le corresponde a ella. Es expulsada de su curso de dealer, y persigue a Lou por su dinero, siendo interceptados otra vez por los hampones, pero esta vez, Lou los elimina con un arma. Se refugian en un hotel, prófugos, él quiere llevarla a Florida, pero finalmente, ella se va después de todo, Lou permite que se vaya y se lleve su dinero. En la secuencia final, Grace hace la última transacción, lo último que quedaba de la cocaína, y se va con Lou.





Es interesante la película de Malle, y uno de los puntos fuertes, como acoté inicialmente, son los personajes, lo singularmente contorneados que están, su bizarría, su sordidez. Primeramente, un Burt Lancaster añoso, encarna a Lou, una suerte de extraño gigoló, que se encarga de satisfacer a una enigmática mujer, gritona e insufrible, es ridiculizado, humillado y tiranizado por ella, y reducido a un patético pelele, pues es sometido por una mujer con un defecto en los pies, con dificultades para caminar. Se ve atraído a cambiar su rutina cuando conozca a su vecino, e inicie una actividad novedosa, la venta de drogas, con todo lo lucrativo que esto le resulta. Además tiene una afición secreta, observa en selección a su atractiva vecina, la ve desnudarse, la ve frotarse los pechos con agua y limón, una actividad casi ritualista que realiza con frecuencia. Sometido, cobarde, atrapado en su rutinaria y desgastante rutina, su actuación es serena, sobria, correcta. Su mujer, Grace, Kate Reid, también realiza una interesante interpretación, vulgar, impertinente, insoportable y lisiada mujer, pero que tiene los detalles de compararse, por eventuales circunstancias, a Charles Laughton en El Jorobado de Notre Dame, o a la regia diva, Su Alteza Serenísima la Princesa Gracia de Mónaco, Grace Kelly, brindando por la fenecida belleza blonda, y siendo sensibilizada cuando conoce a Chrissie, la desdichada hippie embarazada de un bueno para nada, es sin lugar a dudas un personaje muy atractivo.



Susan Sarandon también cumple en esta, la que no sería su única colaboración con Malle, la introvertida y tranquila camarera en un restauraste de comida marina, que tuvo la desgracia de casarse con un gandul, que termina por dejarla e irse con su hermana, embarazándola. Conoce a Lou, inician una relación, pero esta termina al saber que él tiene su dinero. El objeto de deseo, inalcanzable figura que se asea con agua y limón, avergonzada explica que lo hace para quitarse el olor a pescado que le queda de su trabajo. Con ese tipo de detalles mundanos, el director francés humaniza más a Sally, le adhiere defectos, la vuelve terrenal, y refuerza el contraste entre las dos secuencias hermanas, las más logradas, la inicial y del nudo narrativo. Sally es sensible, gustosa de la música clásica, pero es capaz lo suficiente de equivocarse como para ser destrozada por el esposo, estúpido e insolente, que ni para traficar sirve, que embaraza a su hermana. La situación suya es la más bizarra, pues sobre ella descansa toda la carga dramática, siendo punto de conexión también entre ese mundo ridículo, el relacionado a Dave, y el mundo de Lou, de añeja y desgastada grandeza, venida a menos virilidad, pero más distinguido que el inicial guiñapo. Finalmente, Dave y Chrissie, suerte de hippies, él, traficante de drogas, un papanatas, acaba siendo eliminado por su propia incompetencia en el negocio, dejando viuda a Sally, pero solo legalmente, pues en la práctica, la situación era bastante diferente, y también a Chrissie, que cree todo lo que Dave diga, hasta niveles que colindan con la estupidez. Estos son los personajes, estos son los que juegan el juego, los que se mueven en el mundo de  Atlantic City de Malle.




El inicio de la cinta es, curiosamente, el clímax de la misma, desde el primer momento Malle nos entrega la secuencia más atractiva, compleja, y audiovisualmente, la más poderosa y hermosa. Ambientada con música clásica, Michel Legrand se encarga de crear esa atmósfera onírica, sutil, sensual, distante, pero muy intensa, con un primer plano del voyeur gigoló, que admira silenciosamente a una hermosa fémina, desvestirse, liberar sus bien formados pechos, y frotarlos sugestiva y naturalmente, con agua, también con rodajas de limón, el director nos muestra el erotismo y la sexualidad directamente, la secuencia más etérea, intensa y audiovisualmente más rica, con su afrancesada perspectiva, y desde el comienzo, desde el primer instante. A continuación, sin descanso, inmediatamente, rompe la perfección y hermetismo de ese momento para introducir acciones mundanas, los hippies inútiles que llegan, casi harapientos, de mal aspecto, pidiendo aventón, haciendo avergonzarse a Sally de conocerlos. El desarrollo de la misma, el cuerpo de su narración, es moderadamente atractivo, pero correcto, la acción se mantiene de inicio a fin, y desemboca en un desenlace concluyente, finalmente, después de todas las peripecias vividas, se superan, Susan ahora sin cargas ni ataduras a su pasado, más libre que nunca. y con dinero; Lou y Grace, que volverán a su mundo, a su manera, que parece haber cambiado algo, ella camina ahora, él vende drogas incluso, algo cambió en sus mundos, se van juntos; solo queda en el aire la despistada Chrissie, probablemente incapaz de entender completamente lo que ha sucedido, y más probablemente, sin intención siquiera de hacerlo. Buena representante de la variada filmografía de un buen director francés, Louis Malle.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Posicionamiento Web Perú