domingo, 26 de febrero de 2012

Matar a un Ruiseñor (1962) - Robert Mulligan

El neoyorquino Robert Mulligan dirige esta entrañable película de notable éxito y gran llegada, en la que retrata los ásperos y difíciles conflictos que se desatan con la intolerancia racial, racismo en tierras yanquis, algo completamente conocido y hasta normal por esos lares. Drama situado en la Alabama sureña de los años 30, un hombre negro es acusado de haber violado a una mujer blanca, desatando esto, obviamente, gran controversia, escándalo, mediático evento que no tiene ajeno a nadie en la localidad. Solo un hombre se atreverá a defender al acusado, aún a costa de todo el vilipendio comunal al que se someterá. La cinta nos es mostrada a modo de retrospectiva, reminiscencia de la menor hija del abogado, que va creciendo y floreciendo durante la experiencia de su padre. El elegido para interpretar al abogado viene a ser el correcto Gregory Peck, que además sería oscarizado por su memorable interpretación de Atticus Finch, el idealista abogado que lucha contra todos en la defensa de la justicia, de su moral, ante una enceguecida e intolerante sociedad. Historia endulzada con momentos infantiles, la particular perspectiva lúdica infantil se combina con la realidad y le da un halo de inocencia y fragilidad a la misma. En esta película además se produciría el debut de un joven actor, que descollaría posteriormente interpretando inmortales papeles, debutaría el buen Robert Duvall.

         


En un pueblo situado en Alabama, una voz femenina nos hace una introducción al viejo y cansado pueblo, nos narrará su historia. El abogado Atticus Finch (Peck), vive tranquilamente junto a sus dos hijos, el mayor, hombre, y la menor, quien narra la historia. La vida transcurre tranquilamente, árboles, paz, el abogado cría y educa solo a sus dos hijos, pues la madre de ellos ha muerto. En su infantil mundo, los hermanos juegan con un niño vecino, y se retan a visitar una casa vecina, donde hay un personaje recluido en su propia casa, a quien sollo se le conoce como “Boo” Radley, un oscuro joven que está encerrado hace años, generando el temor natural en los infantes. De pronto, Atticus es designado a un nuevo caso, un hombre negro es acusado de violación a una mujer blanca, y él acepta el caso. La menor hija, Scout (Mary Badham), es una niña de muy viril comportamiento, gustosa de las peleas, por lo que tiene una difícil adaptación a la escuela, riñendo con hijos de amigos de su padre, pero Atticus la entiende, trata de animarla y educarla. El abogado comienza su trabajo y va familiarizándose con el acusado y su familia, mientras miembros de la comunidad le repudian por esto, llamándole amante de negros, molestado a Scout por ello en la escuela.




Luego, en un árbol, Scout y su hermano encuentran unos elementos, figurillas de sí mismos, un reloj, una navaja, entre otras cosas, es singular su hallazgo. Las cosas se complican en la localidad, la gente quiere atacar la prisión donde está el negro acusado, y Atticus defiende el lugar con aplomo y ayuda de sus hijos, mientras el momento del juicio se acerca. Y finalmente llega, el juicio se inicia, van desfilando los testigos, que dejan todo en contra del acusado, pero con evidencias cuestionables y dudosas. Entonces llega el momento de que la agraviada declare, y ella, Mayella Violet Ewell (Collin Wilcox), asegura haber sido ultrajada, pero de nuevo, se nota cierta incongruencia e indeterminación en ella, como en los demás. Entonces declara el acusado, Tom Robinson (Brock Peters), que, sorprendentemente, llora y asegura fue Mayella quien, explicado el contexto, se arrojó encima de él, intentando ser poseída por el negro. El abogado defensor profesa un loable discurso, pero pese a todo Tom es encontrado culpable. Las desgracias no terminan, y Tom es asesinado por el alguacil cuando, desesperado, intentó escapar. Después, el tiempo ha pasado, es una festividad escolar, tras la cual, en un bosque, Scout y su hermano son atacados por un sujeto, pero son defendidos por una oscura silueta. Los niños son rescatados, están a salvo, y cuando aparece su benefactor, resulta ser Boo (Duvall), un tímido y extraño joven, que por defender a los niños, mató sin querer a su agresor. Scout convence, finalmente, a su padre, de no denunciar a Boo, pues sería una infamia, como matar a un ruiseñor.




La película, agradable y digerible, es una aventura a través del mundo infantil, una odisea, una reminiscencia de un evento extraordinario en la vida de una niña, que es la que nos cuenta todo lo sucedido. De esa forma, todo es visto a través de la lupa infantil, todo es visto con los ojos infantiles, sus juegos, retos, miedos, etc, sin embargo, mostrado con la madurez propia de un adulto que recuerda, y la voz femenina en off nos dará alcances y acotaciones a determinados momentos de la cinta. Es así que toda la primera parte de la película es la representación y reconstrucción de ese mundo, de esos años infantiles y lúdicos, y de la concepción del “monstruo”, el ser malvado de al lado, Boo, aparentemente alguien temible. Es recién en la segunda parte en la que se ve el juicio, las injusticias e injurias, y ahí que se retrata la severa intolerancia, en la que un hombre inocente, un negro, muere por la opresión e ignorancia blanca, mostrando con crudeza, simplemente la realidad yanqui. El premiado con el Oscar Gregory Peck viene a ser lo mejor del filme, una actuación seria, lúcida y sobria, de un actor ya curtido, encarna al abogado idealista, reflexivo y defensor de sus ideales hasta el final, capaz de resistir humillaciones e injurias, incluso un escupitajo en el rostro delante de su hijo mayor, el aplomo de Atticus nunca decae pese a todo. En medio de ese infante mundo, es memorable y notable la forma en que se presenta al salvador, al “monstruo”, el oscuro ser desconocido de al lado resulta ser un tímido pero afable joven, que no pronuncia ni un monosílabo, pero que salva la vida de los niños, materializando una suerte de moraleja, y es que la cinta, poseída por ese halo de inocencia de niño, termina convirtiéndose en una especie de fabula, moralista historia con final feliz y conmovedor, en la que se retrata un evento que marcó el crecimiento de la narradora. Respecto a la puesta en escena, me sorprendieron gratamente ciertas secuencias tenebrosas, empleo de luces y sombras para mostrar al verdadero villano de la película, mostrarlo en cierta forma, pues únicamente se ve su sombra, su mano, sus dedos retorciéndose, nos muestra, sin mostrarnos, el terror absoluto. Aparece un jovencísimo Robert Duvall, en su efímero debut, lo mejor estaba aún por llegar para el actor. La cinta es una adaptación del exitoso best seller, ganador del premio Pulitzer de 1960 de Harper Lee. Considerada un clásico, es una aceptable y digerible película norteamericana.







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