miércoles, 8 de febrero de 2012

Estación Termini (1953) – Vittorio De Sica


De Sica realiza para esta oportunidad una cinta inusual dentro de su temática, dentro de su filmografía. Apenas un año después de lo que considero su obra más apreciable, Umberto D (1952), una de las cabezas del neorrealismo italiano dirige esta cinta más bien discreta, que tiene cierta variedad de elementos y características que la hacen anecdótica. Algunos de ellos son los personajes que participaron en la elaboración de su guión, entre los que se encontraría otro emblema del neorrealismo, el gran Cesare Zavattini, además de Truman Capote, escritores, sin duda alguna, ilustres y de renombre, pero que, sorprendentemente, no evitaron que la cinta tenga un aire ciertamente soso, plano, una película que no llega a trascender en ningún momento, que se pierde dentro de sus lineamientos más yanquis que europeos, y esto se tradujo en un rotundo fracaso comercial. Y es que después de todo, es la historia de dos yanquis en tierras italianas, Jennifer Jones y Montgomery Clift, protagonizando una historia de triángulo amoroso, donde ella está de visita donde unos familiares en Roma, ahora se va, en la estación del título, habiendo tenido una aventura con el segundo. Es más, la película se presentó en ciertas áreas con un titulo modificado y adaptado al mercado estadounidense, quedando como Indiscretion of an American Wife, y estoy en la obligación de acotar que la cinta, la obra que comentaré a continuación, es la versión norteamericana, corte que se redujo de sus iniciales 90 minutos, a 63.

       


Se observa un apasionado beso entre dos siluetas antes de los créditos, después, una mujer (Jones), escribe una nota a su amante, ella lo ama, pero debe marcharse, con gran pesar. Está en la estación Termini, en Roma, es una estadounidense, no habla italiano, debe abordar un tren para Milán, luego a París, se detiene un momento para comprar un vestido a su pequeña hija. Cuando se está aprestando para tomar su tren, aparece Giovanni Doria (Clift), que está inconforme con la partida de la mujer, su amante, Mary Forbes. Rememoran algunas de sus vivencias pasadas, ella sufre por su hija, y él propone que vivan los tres juntos, y medio que logra convencerla, parece querer quedarse. Entonces aparece el sobrino de ella, Paul (Richard Beymer), un adolescente con el que ella finalmente se quedará, para después irse, y un impotente Giovanni la abofetea. Después, mientras espera su transporte, una mujer embarazada se pone mal, y ella auxilia a la mujer y su esposo, una pareja británica, al igual que a unos niños con pinta de desamparados, siempre acompañada por su sobrino Paul.




Mary se separa ya de Paul, debe partir, e inesperadamente, Giovanni logra dar con ella nuevamente, elude unos trenes y la aborda, y en medio de las sombras, la conduce a un vagón abandonado, allí, en medio de las sombras, es correspondido. Pero en plena situación, son interrumpidos por policías, y ella debe tomar su tren, pero son conducidos a la comisaría. Allí, pasan incomodidades por los impertinentes personajes de la prisión, mientras queda cada vez menos tiempo para que ella aborde su tren. Para su mala suerte, es algo de lo que no se puede salir fácilmente, pues los engorrosos trámites burocráticos complican todo, deberían ir a un juicio para solucionarlo, no se podría arreglar solo en la comisaria. Sin embargo, el comisario de policía (Gino Cervi), al saber de su condición de mujer casada, y de los inconvenientes y vergüenza que todo le acarrearía a la mujer, los absuelve, son libres, y ella podrá tomar su movilidad. Finalmente se va a ir, Giovanni tomará un trabajo en Pisa, ella se va, una triste despedida tiene lugar, difícil para ambos, pero el tren al fin arranca, Giovanni, aferrado a él, cae al suelo, y se queda solo.





Así es como termina una cinta muy peculiar dentro del universo De Sica, y es que ver al ilustre realizador de Sciuscià (1946) y Ladri di biciclette (1948) dirigiendo a dos actores norteamericanos de por sí ya es ciertamente extraño, aún cuando uno de ellos sea el talentoso Montgomery Clift, junto a la estelar Jennifer Jones, dos actores yanquis, motores de la acción, la acción de una historia que se desarrolla en Italia, en Roma, pero termina impregnándose inevitablemente del sentir de sus protagonistas americanos. Ella es sensible, indecisa e insegura, enamorada de su amante, que es su verdadero amor, pero incapaz de abandonar a su familia, y la cinta será la puesta en escena de lo que le sucede a esta pareja por espacio de unas pocas horas en la última noche de ella, en la estación Termini. Pero el problema de la cinta no viene a ser si son actores yanquis o no, sino el tratamiento que se le da a la misma, pues, alejado ya del neorrealismo –temáticamente, pues no cronológicamente-, somos introducidos en una historia que se siente anodina, lineal, plana, un drama amoroso que no pasa de ser más que un mero episodio en una estación, sin mayores atractivos. Es cierto, la película es floja, y esto, lamentablemente, llega a encender estúpidos cuestionamientos por parte de insolentes gaznápiros que llegan a poner a De Sica en un lugar de indefinición, como innegable maestro, o mediocre que fue de más a menos, un encasillamiento tan simplista como inaceptable. Simplemente se trata de un trabajo que no es lo mejor del realizador, nada más. Con todo, aún se podrá observar alguna que otra interesante fotografía y trabajo de luces y sombras, probablemente por la cercanía temporal con sus mejores trabajos italianos, así como una música que de seguro debe su inclusión al tándem realizador de la cinta. Como mencioné, esta es una crítica del visionado de la versión yanqui de la cinta, la que fue reducida a 63 minutos, toda mutilación obviamente altera la integridad de una obra, pero siento que ese corte no hubiera hecho más que dar textura a la misma, más no cambiar sustancialmente su esencia, la misma que espero haber podido capturar y comentar decentemente.



 

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