viernes, 17 de febrero de 2012

Duelo de Gigantes (1976) - Arthur Penn

Memorable e inolvidable cinta la dirigida por Arthur Penn, una suerte de extraño western, que escapa a muchos de los estándares o mitos convencionales que rigen por lo general este tan importante estilo de cine en tierras yanquis. Penn dirige su cinta con elementos atípicos para el western, representando la historia del antihéroe, un roba caballos, un salvaje personaje que se gana la vida robando los equinos de una comunidad en Missouri, pero que pretende mejorar y elevar sus botines robando trenes. Con lo que no contará el roba caballos es que el hacendado más perjudicado llamará a una suerte de caza recompensas, encargado de darle caza, es un sicario venido a menos, con aires de decadencia, estrafalario en sus métodos y en sus maneras, pero que mantendrá un intenso duelo sin cuartel con el bandido protagonizando un auténtico duelo de titanes, pues es sencillamente extraordinario apreciar en una misma cinta, compartiendo escenas, a dos emblemas inmortales del séptimo arte. Por una parte Marlon Brando, como el poco ortodoxo caza recompensas, que buscará y querrá eliminar a otro gigante contemporáneo de la actuación, Jack Nicholson, dos gigantes que sacarán chispas en su enfrentamiento, y podremos apreciar lo distinto y contrapuesto no solo de sus estilos actorales, sino de los sendos momentos por los que atravesaban estas leyendas. Durante su enfrentamiento, un incontenible Nicholson tendrá amoríos con la hija del hacendado, mientras un singular Brando por momentos creará más problemas de los que soluciona. Irrepetible es la pareja estelar, y se potencia aún más al dúo cuando están enfrentados, irrepetible también el duelo de estos dos gigantes del cine.

        


En un pueblo de Missouri, unos vaqueros, entre ellos el hacendado David Braxton (John McLiam), se quejan de las pérdidas que tienen sus ranchos últimamente. Este hacendado está bastante preocupado por la situación, afirma haber perdido el 7% de su producción, discute sobre eso con su hija Jane (Kathleen Lloyd). Una ejecución se realiza, se cuelga a uno de los bandidos que los ha perjudicado. En las cercanías del Missouri, en Montana, aparece Tom Logan (Nicholson), junto a su banda, bandidos igual que él, liderados por Calvin (Harry Dean Stanton), también está Little Tod (Randy Quaid), que le cuentan de la reciente ejecución que ha habido, esto le causa malestar. Esta pandilla se dedica a robar caballos, pero quieren asentarse en su propio rancho y para conseguir esto, discuten la posibilidad de asaltar trenes y obtener más dinero. Ponen en acción su plan, Logan asalta un tren, aunque la finalización del asalto sea casi ridícula, se escapan con el botín. Entonces Logan se presenta con Braxton y su hija, manifiesta su deseo de comprar las tierras, mientras una nueva ejecución en el pueblo se ha realizado, y Logan queda como alguien honesto. Logan debe permanecer en su nuevo rancho cuidándolo, mientras es entonces que aparece Lee Clayton (Brando), un sicario contactado por Braxton para que ponga fin a los robos a su propiedad.






Un capataz de la propiedad Braxton ha muerto, y Logan va al rancho de los hacendados, teniendo un acercamiento a la hija, Jane, una jovencita bastante desinhibida, ofrecida y dispuesta con Logan, que después de todo, le enseña quién lleva el mando en esa relación. Poco después, debiendo desplazar unos equinos, Logan y Clayton se conocen, los grandes enfrentados se miden, se tasan, saben muy bien el lugar y función de cada uno, sin palabras marcan territorio. Poco después, una insistente Jane consigue lo que buscaba, ser desvirgada por Logan. En lo siguiente, Logan y una muy entregada Jane siguen consumando su atracción, mientras un camaleónico Clayton observa a la distancia su intimidad. Braxton se enfada por el poco progreso de la misión de Clayton, y Logan, que sigue a lo suyo con Jane, se enfurece ante la pérdida de un camarada. Clayton pone ya en marcha su plan, y ejecuta uno a uno a los de la banda, incendia su rancho, pero Logan llega a poner orden, eliminando primero a Braxton, y después al propio Clayton, quedándose finalmente solo.




Penn realiza un muy interesante retrato del Missouri en una época no del todo determinada, mostrándonos agradablemente la llanura, el páramo y la flora de las tierras yanquis, el río que da nombre original al filme, el Missouri, en cuyos quiebres, brazos, (breaks), se asientan en valles las haciendas, los ranchos en los que toda la acción que observamos se desarrolla, una escenografía que se encarga de enriquecer y complementar con la música, todas también campestres, que nos dan el contexto en el que sus rígidas y estrictas costumbres se aplican, como la inicial escena del sujeto al que se ahorca, en una suerte de ejecución comunal, con muchos miembros de la comunidad presentes cuando expira el agraviador. A la trama central, relativamente seria, un roba caballos que se enfrenta a un sicario contratado específicamente para detenerlo a él y a su banda, se le agregan ciertos toques cómicos que vuelven a la cinta un tanto más ligera, accesible. Es así que vemos a Nicholson, Logan, colgando de un tren en lo alto de un puente en el aire, inexpertos en el tema de asaltar trenes, burlesco toque que le quita gravedad y densidad al filme, siempre acompañado por la música acorde al momento, al campo, y es que nunca deja de ser esta película un western, singular y distinto al usual, pero western al fin, llegando incluso a mencionar al legendario Jessie James. Es un mundo de vaqueros, con los elementos infaltables presentes, aunque tratados de manera quizás algo liviana, como el prostíbulo donde los vaqueros se olvidan de los problemas y relajan pasando un buen rato, una diversión infaltable y usual entonces. Como se mencionó, es un western atípico, que algunas críticas le supuso a su director, pues los personajes centrales no son para nada el estereotipo de vaquero héroe, esos personajes del clásico western ya no están, y quizás donde se halle un resquicio de estos caracteres es en el hacendado Braxton, humillado completamente con una muy ofrecida hija que entrega su virginidad al causante de las penurias de su padre, y que se va descomponiendo, experimenta decadencia, y termina siendo eliminado por el central personaje, el villano, Nicholson.




El apartado en el que sin lugar para la mínima duda descolla el filme es, por supuesto, su reparto actoral. Es sencillamente un privilegio, y anómalo privilegio, ver en una misma película, a dos titanes actorales juntos, dos leyendas actorales yanquis reunidas, estrellas que nunca se dejaron corromper por la inmundicia y el despreciable y artificial glamour yanqui de las décadas que a ellos les tocó vivir. El espectro hollywoodense yanqui iba de más a menos, involucionando a ritmo geométrico, pero estos gigantes a ellos fueron herméticos. Primeramente un Brando que no necesita mayor presentación o apologías, el Padrino, un dios del cine, para siempre en el Olimpo, capaz de plantar a todos en la entrega de su óscar a manos de la hermosísima leyenda noruega Liv Ullman, y curiosamente esto fue escasos años antes de la película que ahora nos ocupa, época fructífera para Brando, que también realizaría la controversial El último tango en París (1972), en ese año, el año de Vito Corleone. Y del otro lado, un Nicholson ganador de tres premios de la Academia, para ese entonces todavía, “solo” uno, One Flew Over the Cuckoo's Nest (1975), aún por venir el segundo en Terms of Endearment (1983), y claro, el reciente As Good as It Gets (1997) cuando ya la descomposición y frivolidad invadía el cine norteamericano de manera irreversible; Nicholson, pues, es un punto de quiebre, punto de unión entre dos épocas del cine, es una leyenda viviente. Y ambos se encargan de presentar papeles que tranquilamente pasan por antihéroes. Logan, Nicholson como el roba equinos, el que se gana la vida de bandido robando caballos y perjudicando a la hacienda en el Missouri, que deslumbra con su salvaje virilidad a la hija del hacendado -y la mujer, por supuesto, entrega su virginidad a pura insistencia-, mientras es perseguido por un Brando estrafalario, un caza recompensas que asesina sin dudar, los principales personajes de la película son de dudosa moral, lo que da cierta controversia a la cinta, pero que a la vez la vuelven atractiva y provocadora.




  

  




Es de esta forma que vemos a los gigantes enfrentados, y no en vano el titulo en algunas áreas latinas es Duelo de Titanes, con un Jack Nicholson en un atípico e inédito papel, lo veremos como un bandido, un vaquero malhechor, ladrón de caballos que amplía su abanico laboral a asaltante de trenes, y de esta forma lo veremos en la impensada representación de un vaquero, con toda la indumentaria del caso, el traje y sombrero, montando casi todo el tiempo a caballo, de imagen algo descuidada, la barba muy crecida, modales toscos, pistolero brutal, asistiendo a los prostíbulos, todo un bandido, un malhechor del oeste, un papel ciertamente inédito en él, pero que por eso mismo vuelve a su representación inusual y atractiva. Es lo más cercano al héroe, de desbordante virilidad, que vuelve loca a Jane, hija de quien quiere verle muerto, capaz de apoyar a su amante por encima, incluso de su padre, pues Logan es todo en la película, con su particular gallardía de villano. Y su gran rival, el gran Brando, estrafalario desde su presentación, burlesca, es un decadente sicario, poco ortodoxo, pero que mantiene, a duras penas, su talle imperial, es prestigioso, respetado y recomendado, pero definitivamente está venido a menos, extravagante en su vestir, descuidado aspecto, subido de peso, bromeando sobre sus males de estómago y sus flatulencias, configura pues una singular autoridad. Casi paródico su papel, rústico hombre que hace todo a su manera, y también a su manera, con sus singulares métodos -que incluyen sesiones voyeristas observando a Logan con Jane-, parece tener todo bajo control. Sin duda no dejan de ser llamativas las características del papel de Brando considerando su momento en la vida real, en su vida personal, donde su sobre peso también le había hecho caer en una suerte de decadencia física, explorado ya ese aspecto en la bizarra cinta antes mencionada de Bertolucci, y ahora nuevamente prácticamente haciendo hincapié en ese detalle, un Brando, como Clayton, venido a menos, pero capaz de, desde su sordidez, entregarnos excelencia, y esa sordidez y oscuridad alcanzaría su clímax con Coppola y su Apocalypse Now (1979).






El director Arthur Penn tuvo el acertadísimo olfato de no desperdiciar a tamañas personalidades en su set, y nos obsequia no pocas secuencias de las dos leyendas juntas, todas con distintas tonalidades, distintos momentos e intensidades, pero siempre, por supuesto, enriquecidas por los protagonistas. La primera secuencia es en la que ambos se conocen, ambos a caballo, el mercenario y caza recompensas Clayton que se presenta a un aparentemente pacífico y parsimonioso Logan, ambos, viejos lobos, curtidos, se toman el pulso, se tasan, se van conociendo, y sin palabras, van entendiendo el rol de cada uno, saben que intenso duelo se avecina. El segundo con un Clayton que sorprende a Logan con la guardia baja, siempre sin mencionar directamente los hechos, dejando muy clara la situación, soltando balazos a escasa distancia de Logan, probando sus nervios, declarando ya directamente la guerra, y un Logan que debe afrontar con aplomo el acecho, sabedor de que su momento llegará. Y su momento llega, cuando, en su tercer encuentro, halle a un orondo Brando en la tina de baño, rebosando tranquilamente en la espuma, despreocupado, pero prácticamente entregándose a la muerte, siempre displicente, cuando es ahora un Logan que lo domina todo quien dispare a pocos metros de él, la confrontación es directa, y el descompuesto Clayton, al igual que Logan, no teme a la muerte. Su último encuentro será el desenlace, cuando Logan elimina finalmente a Clayton, un ser tan descompuesto y estrambótico que parece encontrar alivio en la muerte. La atractiva película así junta a los titanes, y es tan atractiva por la forma en que quedan contrapuestos, no solo por ser rivales Brando y a Nicholson en el filme, sino por contraponer sus respectivos momentos, un Brando que ya iniciaba su etapa de decadencia física, un Brando que después de haber hecho sus más inmortales representaciones, iniciaba ya la cuesta abajo de los mejores momentos de su carrera, y un Nicholson joven y ascendente, que ya había hecho memorables interpretaciones, pero alguien para quien, sin duda, lo mejor estaba aún por venir, un gigante descendiendo, versus un gigante en ascenso. La película es imperdible, y a una trama que pueda parecer algo plana y sin mayor aliciente, queda compensada con creces por los ilustres protagonistas. Controvertida, pero más que aceptable película, de necesario visionado por las razones ya explicadas. Soberbias ambas leyendas. 




Para el recuerdo, Brando y Nicholson juntos.

Leyendas unidas por el arte.

Prodigiosos maestros juntos.





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