domingo, 5 de febrero de 2012

Chato’s Land (1972) - Michael Winner


Violento western en el que, una vez más, los yanquis representan una fuerte choque con la raza india, personificada en esta oportunidad en un inusual Charles Bronson, interpretando al personaje del título, el aguerrido indio mestizo Pardon Chato. Chato se ganará la enemistad de los pobladores de una locación en el oeste, después de que ultime a un blanco que lo provoca, emprendiendo los miembros del lugar una implacable persecución contra el apache mestizo, pero se encontrarán con la pericia y el excelente conocimiento y desenvolvimiento en el área de Chato, terminando finalmente siendo ellos los cazados, pues los papeles se invierten al buscar el indio revancha por el terrible ultraje del que hacen victima a su mujer. La trama se centra en la búsqueda que realizan los pobladores, la búsqueda es para encontrar a Chato, pero lo único que terminan encontrando es la muerte a manos del recio apache. Nuevo episodio de violencia y el permanente enfrentamiento de blancos contra indios, los excesos de los blancos contra los segundos, y las represalias que esto origina, con las costumbres tribales de los indios, que pueden llegar a la brutalidad, despertando indignación e ira, por su incomprensión, en los católicos blancos. Cuenta también la película con la participación de otro duro acostumbrado a papeles en el lejano Oeste, personajes que le sientan bien, el buen Jack Palance. Interesante ver al duro Charles Bronson en el papel del recio y aguerrido apache Chato, taciturno, silencioso, pero muy unido a los suyos, que pasa de ser, si es que se le pudo considerar así, presa, a cazador en esta cinta moderadamente atractiva.

      


Nos situamos en el Oeste, donde, en un bar, un apache mestizo (Bronson) está siendo fastidiado por un blanco, que incluso está a punto de atacarlo con su arma, pero el indio reacciona primero y elimina al agresor. Inmediatamente se le informa al sheriff, el capitán Quincey Whitmore (Palance), encargándosele que dé cacería al asesino. Se forma una patrulla delegada que comienza a moverse para encontrar al indio Pardon Chato, pero Quincey no tiene muchos esperanzas de tener éxito, mientras el apache observa todo. Con dispar suerte, van reclutando más colaboradores para sus propósitos, y suman a su causa a otro indio mestizo, siguen avanzando. Pero sin importar que otro mestizo mexicano los ayude, Chato logra evadirlos, les demuestra quién tiene el control, pues el terreno árido, las llanuras, es un área en el que los blancos no se desenvuelven del todo cómodos, pero incendian un pequeño asentamiento apache. Chato sigue estando al frente de la situación, y, desde lo alto de las montañas, ataca poco a poco a sus perseguidores, asustando con disparos a los equinos que les sirven de transporte, la patrulla va perdiendo elementos. Chato se da tiempo para reunirse y comunicarse con otros indios, apaches puros, y a la vez se reúne con su familia, tiene mujer y un hijo pequeño.




La incertidumbre e inseguridad se van apoderando del grupo de blancos, sin comida, sin caballos, comienzan a titubear. Para lo que no titubean es para ultrajar a la mujer de Chato, una vez que encuentran su hogar, raptándola y violándola repetida veces, casi todos los lascivos hombres toman turno, excepto Quincey y algunos más. Posteriormente, Chato los ataca de noche, y el otro indio que colabora con los blancos muere, siendo quemado después, y recupera a su malherida mujer. Siguen las indecisiones e incluso divisiones en el grupo perseguidor, cuando se eliminen entre ellos, pues al perseguir a la india uno de los más libidinosos del grupo, es victimado por Jubal Hoolker (Simon Oakland), uno de las cabezas del grupo, mientras Quincey entiende y sabe que Chato tomará venganza por lo hecho a su mujer. Y así es, siempre desde las elevadas colinas, va eliminándolos uno a uno, a veces a balazos, a veces a puñaladas, la división e inseguridad en el grupo crece, algunos quieren volver, y el propio Quincey es eliminado por Jubal. Los escasos sobrevivientes siguen con la nada conveniente idea de buscar a Chato, y lo hacen, pero son ellos los que terminan siendo liquidados por el apache, y hasta ellos mismos, en determinado momento, matan al cruel Jubal. Al final, solo queda un último sobreviviente, completamente a merced de Chato, cuya venganza se ha consumado.




Presenta Winner su personal punto de vista de un enfrentamiento más de blancos contra indios, con las inevitables violentas secuencias en las que los blancos dan rienda suelta a su lascivia, la muerte e incineraciones y claro, también las tribales costumbres apaches, rozando muchas veces inmisericordia en su brutalidad, pero que, por supuesto, una vez más no hacen más que mostramos el enfoque yanqui del asunto. Es así que nuevamente es mostrado el profundo desprecio a los indios, hacia sus costumbres, combatiendo en la tierra que originalmente ellos poseyeron, grandes desiertos, coyotes, gallinazos, la abrasadora tierra apache donde el mestizo Chato se mueve como un pez en el agua, tomando decisiva ventaja de su dominio de las alturas, y desde donde ajusticia a los blancos. Jack Palance cumple bien en un papel de características conocidas ya para él, habiendo interpretado idéntico papel al de Chato en The Professionals (1966), sin embargo ahora está al otro lado del asunto, como un blanco que no tiene la habilidad del mestizo para desenvolverse en tan hostil escenario. Como se ha dicho, la película no pasa de ser un episodio más de la lucha que nos presentan los norteamericanos, una nueva versión de esas violentas confrontaciones, en la que se nota cierto esfuerzo de ser imparcial, pero obviamente, termina estando impregnada de su enfoque estadounidense. La cinta finalmente resulta moderadamente atractiva, y no pude dejar de notar una tan inusual como sorprendentemente agradable cámara, ágil, dinámica, que se desliza, se aleja y acerca con soltura, aunque a veces peque en exceso de ello, pero configurando una interesante narración visual, relativamente inusual para este tipo de cinta.



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