lunes, 7 de noviembre de 2011

Farenheit 451 (1966) - François Truffaut

Una película de muy amplio contenido, tanto como filme en sí, como por los  múltiples detalles de su producción, y los detalles de su postproducción. Esta fue la primera, y terminaría siendo la última, película rodada en inglés de Truffaut, pues no fueron pocos los problemas que le ocasionaron las barreras de un lenguaje que no dominaba completamente. A esto se suma la dificultad de un díscolo actor, Oskar Werner, que le dificultó aun más el rodaje, exigiendo salario más alto, queriendo ilustrar a un héroe, cuando el director buscaba un anti héroe, pretendiendo “dirigir” él la actuación de su coestrella, la talentosa Julie Christie, e incluso saboteando algunas escenas con sobreactuación, lo que motivó que Truffaut tuviera que sacrificar algunas de esas saboteadas escenas; todo esto desembocó, obviamente, en que nunca más trabajaría con este individuo. Dato curioso sabiendo que el inicialmente designado para el papel principal era el gran Terrance Stamp, quien declinó la oferta cuando supo que Jane Fonda fue descartada en detrimento de la Christie. Como vemos, realmente fueron varias, y significativas las dificultades que atravesó Truffaut para materializar este filme, pero no fue impedimento para que el francés presentara un filme digno y con momentos muy poderosos. Enriquecido con la música del inolvidable Bernard Herrmann, este filme en el que rinde homenaje a una de sus grandes pasiones: la literatura, en una apasionante historia basada en la novela futurista y surrealista del multifacético Ray Bradbury.

       

En una ciudad no determinada, en un futuro no determinado, algo insólito se ha vuelto la realidad cotidiana: los bomberos son entrenados para buscar libros, pues suelen estar escondidos en las televisiones, las calefacciones, y en cualquier rincón de las casas, y es que ya no se encargan de sofocar incendios, sino de incendiar libros, los apilan, los queman con regocijo. Transportándose en unos elevados trenes, Guy Montag (Werner), uno de los bomberos encargados de incinerar textos, se conoce con una mujer, Clarisse, (Christie), que despierta su inquietud preguntándole qué hacían los bomberos antes, porqué quema libros, si alguna vez ha leído alguno de los libros que quema, y finalmente si es feliz. En casa, su esposa Linda, de increíble parecido con Clarisse (de hecho, es la misma Christie, pero este personaje tiene cabello largo), es una mujer frívola, tonta, absorbida completamente por ese mundo involutivo donde se adora a una pantalla mural, donde los periódicos son ridículamente caricaturescos, donde los bomberos son entrenados para destruir libros, considerados muy nocivos para la sociedad, y donde Montag va a ser ascendido.

No soportando la inquietud generada por Clarisse, en un momento clave, Montag empieza a leer los libros en vez de quemarlos, esto lo confronta con Linda, confronta la idiotizante pantalla versus la cultura de los libros. Los bomberos encuentran una grande y surtida biblioteca, Flaubert, Sartre, Nietzsche, Hitler, filósofos, todos los libros son destruidos, mientras, irónicamente, los bomberos filosofan sobre el sentir de ese mundo hacia los libros. Esta secuencia desemboca en una poderosa escena de la dueña de la biblioteca inmolándose junto a sus textos. Montag ya no puede evitarlo, poseído por los libros, ahora ellos son su mundo. La policía detiene al tío de Clarisse y ella es buscada, por lo que escapa con los hombres-libro, hombres que evadieron a las autoridades y perpetúan los libros en sus memorias. Montag renuncia a su trabajo, su esposa lo delata, y todos sus libros son quemados, por lo que él, no soportando ya todo, quema a su propio jefe. Finalmente, él también se refugia con los hombres-libro, el último resquicio de cultura, y el filme acaba con unas líneas de Robert Louis Stevenson que están siendo declamadas por un agonizante anciano a un niño para que las aprenda.


   

   



Esta película, como se dijo al inicio, también tiene larga historia de postproducción, pues es la película por la que más criticas le llovieron a Truffaut, al tratar un tema tan delicado como quema de libros, y respecto a esto tuvo inconvenientes legales que le exigían que no mencione a ciertos autores cuyos libros eran quemados para evitar posibles demandas, cosa que finalmente Truffaut no hizo. Es un futuro decadente, donde los libros son considerados trastes inútiles, hace desdichadas a las personas, las distraen y las hace insociables, es un futuro absurdo plagado de frivolidad y simpleza, y donde estos “valores” son inculcados a cada ciudadano, se les exhorta a que delaten a cualquier tenedor de libros. La pantalla mural es el medio de idiotización de la gente, es la síntesis de ese futuro, interactiva fuente de sicodélica hipnotización que controla a las personas, les muestra lo que las autoridades quieren que se les muestre, es ciertamente un reflejo muy estricto y simbólico de nuestra propia realidad, de ahí nace la controversia de la novela de Bradbury, y del filme de Truffaut, que respetó mucho la obra. La música de Herrmann crea un ambiente de un decadente y coordinado mundo involutivo, donde la autoridad destructora de cultura, los bomberos, califican a las corrientes de pensamiento, motores del desarrollo intelectual, como meras modas pasajeras, y persiguen utópicamente la igualdad de todos.







Truffaut es un conocido admirador de Hitchcock, era natural que utilizase a Herrmann, habitual colaborador del maestro del suspenso, para su banda sonora, y esto, combinado con el poder visual de Truffaut, crea una cinta que es combinación de la poesía visual, herencia de Renoir, y el suspenso e intriga de Hitch. Muestra de esta poesía visual es la surreal escena de la pesadilla de Montag, viaje en tren, un cielo sanguíneo, todo en imágenes de negativo fotográfico, o también la potente secuencia con la imagen de la mujer que se inmola, poderosa escena que muestra toda la fuerza visual del francés. En el final, cual profética historia, el mundo pensante queda reducido a unos fugitivos individuos, hombres-libro literalmente, cada uno de ellos es un libro, un mundo, preservan la cultura literaria, son monumentos vivientes que alojan la literatura en sus memorias. Excelente la película de Truffaut, que, pese a las titánicas dificultades que atravesó, logra plasmar muy bien la también excelente obra que la inspiró. Surrealista y la vez realista, es una película riquísima, que desafía al televidente, y que deja cierto escalofrío que hace preguntar si lo que estamos viendo es ficción, o una realidad de un futuro no tan lejano, en un lugar no tan lejano, que se cristaliza a pasos agigantados.


 





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