lunes, 26 de septiembre de 2011

Noche y niebla (1955) - Alain Resnais

Esta película fue una las inmediatas a la anteriormente comentada Guernica (1950), y aquí Resnais ciertamente marca un hito en presentación y documentación cinematográfica de lo que significó la barbarie y exterminio nazis en los campos de concentración. Una década después de toda esa pesadilla, Resnais presenta material inédito, rescatado, material visual incautado a las autoridades nazis, insertó esas imágenes en su trabajo, y presenta este durísimo mediometraje donde combina imágenes de archivo, fotografías de archivo, con indagaciones contemporáneas de la época, imágenes a color del cineasta adentrándose en las inmediaciones de los otrora campos de exterminio. El filme tiene momentos realmente crudos e impactantes, y más que un mero ejercicio de documentación o de informe de esos episodios históricos, invita a una profunda meditación y reflexión de hasta dónde es capaz de llegar la naturaleza humana y su enfermizo afán de destrucción. A esa finalidad aporta mucho Jean Cayrol, escritora reclutada por Resnais, sobreviviente de los campos de tortura, y que escribió una colección de poemas sobre lo sucedido, escritos que servirían de base para el guión.
        


La acción comienza a color, en las inmediaciones de los campos de concentración, unos terrenos que vistos ahora parecen comunes y corrientes, cincuenta años después de la barbarie. A continuación veremos unas imágenes de archivo, fotografías en blanco y negro del fuhrer mismo, de los nazis y de los transportes de cientos de prisioneros condenados. Las imágenes contemporáneas, a colores, son del equipo de Resnais ingresando a las instalaciones de esos antiguos centros, profundiza en ellos y nos informa hasta de la jerarquía de los oficiales nazis, se adentra hasta los barracones y camarotes que conformaban los días de los condenados a esa terrible experiencia, tendremos una idea algo más cercana de sus costumbres, su precaria alimentación, sus miedos, el terror, la muerte que lo impregnaba todo. Es realmente un devastador paseo por el horror de aquellos días, es un recorrido por los suplicios de los prisioneros, lo que vivieron, imágenes fuertes de desilusión y desolación, mientras aguardaban lo que ya sabían que les esperaba. Es muy a tener en cuenta su narración, que detalla, sobre todo para esa época, lo que los nazis hicieron con los cadáveres, hay imágenes ciertamente fuertes, ilustran aquellos días, y cuando, finalmente, se acaba la guerra y cae el nazismo, ninguno de los subalternos admite responsabilidad, simplemente atinan a decir “yo no soy el responsable”. Lo más escalofriante es que, en efecto, las imágenes acabo de definirlas como muy fuertes, empero, es evidente que las imágenes o fotografías realmente más pútridas, probablemente nunca verán la luz, y menos en una obra cinematográfica, al menos eso se piensa a priori.




Uno los mayores puntos fuertes del filme es el poderoso contraste que deliberadamente Resnais crea entre las imágenes antiguas de archivo y su blanco y negro, con las coloridas imágenes y grabaciones contemporáneas, grabaciones hechas exactamente en los mismos lugares donde, precisamente diez años atrás, las mas indecibles atrocidades contra la humanidad fueron hechas, en una suerte de bizarra y morbosa efemérides de los más tristemente célebres acontecimientos pasados.  Vale mencionar que a esto mucho colabora Sacha Vierny, en esta, la que representaría su primera película junto a Resnais, pues posteriormente este gran director de fotografía se convertiría en uno de los más frecuentes y reconocidos colaboradores del francés, y, años después, sería definido por el británico Peter Greenaway -el otro director con quien su frecuente colaboración le diera prestigio-, como “su más importante colaborador”, hecho que, conociendo la obra de Greenaway, y lo importante de su poderosa fotografía, hace entender la valía de Vierny, que también trabajaría con Luis Buñuel, entre otros. Siguiendo con el filme, es poderosa la imagen de lo que los prisioneros vivían e incluso veían, un enfoque de la vista hacia el exterior que tenían, el mundo exterior, a escasa distancia, pero aún así una lejanísima ilusión, la antigua realidad para ellos. La parte final del filme está cargada de las imágenes más impactantes, cerros de cabello, huesos apilados, cerros de cadáveres, montículos de cabezas humanas, parece una imagen pesadillesca de una carnicería de humanos. Tras el final correctamente seleccionado, donde los oficiales nazis evaden la responsabilidad, se llama a la profunda reflexión, ¿Quién es el responsable entonces de lo que sucedió ahí?, ¿es algo que realmente ya pasó, ya terminó?, ¿qué hacemos con todo lo sucedido? Cincuenta y cinco años después de todo lo presentado, ver este filme es algo escalofriante e inquietante, pensar cómo fue en 1955, en su estreno, apenas diez años después de la barbarie, ayuda a entender la grandeza del atrevimiento de Resnais, y por qué este mediometraje está considerado entre lo mejor del realizador. 






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