sábado, 20 de agosto de 2011

Por Las Antiguas Escaleras (1975) – Mauro Bolognini

Bolognini es un cineasta que tiene entre sus especialidades el cine de filiación política, y con esta película completa un productivo año en el que se dio el lujo de dirigir a dos grandes actores italianos, Claudia Cardinale, en la película antes comentada, Libera, Amore Mío... (1975), y Marcello Mastroianni en esta oportunidad. Marcello interpreta a un loquero que cree que la locura es originada por un germen, un virus, y asegura que ha descubierto ese virus, pero sin darse cuenta, él mismo ha contraído esta, lo que él llama, enfermedad. La película es una constante interrogante y cuestionamiento paradójico de qué es la locura en sí, plantea un mundo en el que la locura deja de ser un objeto de estudio, para traspasar la delgada línea de la cordura y la demencia, y corromper y poseer completamente al científico que cree poder aislarla y estudiarla, es una ironía y un planteamiento excelente. Si bien, comparada con su otra obra de este mismo año, el aspecto político es dejado un poco en segundo plano en esta película, no pudo evitar Bolognini impregnar esta obra de su sentir, enmarcando la historia en los años del terrible régimen fascista, dándonos el simbolismo del auto enclaustrado doctor que estudia la locura en su manicomio, rodeado de mujeres, en una burbuja ajena al exterior dominado por el Duce, inteligente la sutil variación que hace el director en la concepción y transmisión del mismo mensaje.

      


La historia comienza, y vemos un sanatorio mental que está teniendo una especie de celebración, hay serpentinas, música, baile, arlequines, mimos, un ambiente que es una suerte de manicomio circense, donde muchas de las internas deambulan, conversan, cenan, etc. En medio del baile, aparece el Profesor Bonaccorsi (Mastroianni), es el loquero y trabaja ahí, es de los pocos hombres en el lugar, completamente rodeado de féminas, las doctoras son mujeres, hasta su servidumbre son internas, su contacto con estas últimas, y con la locura, es perenne. Hablan del Duce, y de pronto se representa un acto de mimos, silencioso y simbólico el entretenimiento de los internos. Entonces llega una nueva doctora, Anna Bersani (Françoise Fabian), su estadía debe ser de solo unos meses. Bonaccorsi ayuda a la doctora Bersani a adaptarse, le habla de que los casos en ese lugar son de severa demencia, o al menos, así los considera él, que lleva 8 años sin salir de su claustro, y no siente la necesidad de hacerlo, vive en ese hermético mundo. Afuera, el fascismo ya impera, pero ellos están aislados, mientras el Profesor se relaciona con Francesca (Lucia Bosé), mujer casada que no duda en ser amante del científico, que se ve decaído, preocupado. Por su parte, Bersani sigue trabajando, hasta sus asistentes son enfermos mentales, y Carla (Barbara Bouchet), una atractiva mujer que labora ahí, tiene encuentros sexuales con más de un interno. Hay una interna, Laura, que no reacciona, no se mueve, ni come, todos saben de su estado.




Posteriormente, Bonaccorsi habla con sus colegas, les habla de su creencia de que la locura es generada por un germen, un virus que pretende encontrar, y le muestra algunos enfermos a Bersani. En el sanatorio, el Profesor tiene más de una amante, como la propia Carla, la nueva doctora presencia sus encuentros, y es Carla quien le revela después que ellas lo comparten, Francesca, Bianca y ella, y es que todas las mujeres tienen contacto con él, ya como amantes, ya como testigos. Hay además, un interno, Tonio (Pierre Blaise), asistente de la doctora, que es particularmente sensible, tiene halos de lucidez, es feliz. Bonaccorsi cree haber encontrado el virus, una manchas con rayas en la sangre, luego intenta seducir a Bersani, pero fracasa en su intento, ella no comparte su libertad sexual, lo rechaza, e incluso él la repugna, y cuando le dice al Profesor que su supuesto germen es una mera falla en un solvente, éste enloquece. Bonaccorsi va a visitar, sorprendentemente, a su propia hermana, también interna en el manicomio, y se sabe su procedencia, de padre suicida, hermana loca irrecuperable, el doctor tiene terror a heredar la locura, tira al tacho sus investigaciones, decide marcharse. Francesca, no soportando su partida, se mata. Bonaccorsi se va, Anna se queda, y finalmente Laura reacciona, y come. Ya afuera, el mundo es frenético, represivo, adoración al Duce, muerte y opresión lo esperan.







La cinta de Bolognini es densa y atractiva, con su protagonista, el doctor, que considera la locura inherente al ser humano, que predestina a la persona desde la infancia -luego, vista su procedencia, esto cobra mayor fuerza- y que la hace expresarse sin ninguna máscara o adorno, pues la locura elimina toda hipocresía, es lo que diferencia a los considerados dementes, de los llamados cuerdos. Ese es el planteamiento que se hace en el manicomio, un lugar desconectado del mundo, donde se expresa intenso erotismo, al igual que violencia, es un mundo aparte. El obsesionado Profesor asevera, también, que hay que amar la locura, no rechazarla, para curar a los enfermos, hay que ser como ellos, su psiquis se ha ido transformando por el constante contacto, intercambio vivencial con ellos. Su hipótesis no es descabellada, interesante planteamiento de la locura como eliminación de hipocresías, que expresa los impulsos más profundos, y genuinos, no los reprime. Pero con lo que Bonaccorsi no contaba es que sería él mismo el mayor infectado, el más irrecuperable de todos, concretándose una genial paradoja, y es que finalmente, el estar rodeado todo el tiempo de dementes, sumado al desconocido hecho de ser rechazado por una mujer, termina por desequilibrar al doctor, que ha pasado de ser el científico que examina a los locos, a ser el peor de todos los orates. 






El Profesor provenía de una familia con muchos y ocultos problemas, y no soportando más todo ese sufrimiento, se horroriza, y para evitar volverse loco decide abandonar el sanatorio, abandona su voluntad de curar, y la cordura. La cinta adquiere tintes densos, esto en parte por el profundo hermetismo que se respira en el claustro, el manicomio, todo completamente aislado del mundo externo, la sexualidad desprendida por las bellas doctoras y alguna interna, todo genera esa densa y casi surreal atmósfera. En ese lugar los límites entre cordura y locura se desvanecen, y esto se representa en que finalmente, Laura despierta, reacciona, come, sonríe, simbolismo de que cuando se fue el doctor, volvió la cordura, él fue siempre la causa de la locura, él fue la víctima de aquello que estudiaba. La película es una profunda meditación sobre la demencia, cómo nos va poseyendo invisiblemente, la delgadísima línea entre cordura y locura, su contacto contagia, cómo puede darse una simbiosis entre ambas, completamente desapercibida, y eso ocurre con Bonaccorsi, que finalmente abandona el manicomio y sale al mundo real, donde la realidad es el fascismo, es la intolerancia, muerte y represión ridículas, ¿será realmente el mejor lugar donde estar?, ¿está realmente saliendo de un manicomio al mundo de los cuerdos, o es en realidad al revés?. El fuerte planteamiento político es dejado con más fuerza al final, se nos presenta desde un enfoque más complejo que en el caso de Líbera, menos flagrante, pero igual de patente, es una muy interesante cinta, gran trabajo del italiano Bolognini. 






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